El Samaritano
Mis queridos amigos de santa Teresita, de san José, del Carmen de La Habana, del Carmelo de Quito, Carmelitas Cúcuta y de tantas partes del mundo. Reciban mi cordial saludo que va cargado de bendiciones para la semana que comenzamos.
El texto del Evangelio propuesto para esta semana XV del Tiempo Ordinario es el de san Lucas, 10, 25-37 en el que, mediante una parábola, Jesús nos presenta en qué consiste realmente el mandamiento del amor al prójimo y al mismo tiempo nos hace entender quién es el prójimo. Para el amor en ejercicio no hay barreras culturales ni religiosas; el que ama entiende que por encima de las creencias, de las obligaciones, de las diferencias, está el amor y la necesidad de quien necesita algo.
El amor no pasa de largo ante el dolor, la soledad o abandono de quien es importante o amado.
La pregunta inicial del maestro de la ley es importante en cuanto recoge la preocupación de muchos creyentes: ¿Qué tengo que hacer para heredar la vida eterna? Y la respuesta es sencilla: amar a Dios con todo el ser y al prójimo como a uno mismo. Y el prójimo soy yo para los demás y prójimo es el otro. Ambos tenemos la misma dignidad, ambos somos amados por Dios y ambos, en algún momento de la vida, necesitamos del prójimo que me reconozca su prójimo. Todos debemos ser amados, debemos amarnos unos a otros. Nada puede condicionar el amor, al prójimo se le hace lo que queremos que los demás nos hagan.
El prójimo requiere nuestro tiempo; ante el prójimo tenemos que aprender a detenernos para escucharlo, acogerlo, sanarlo y ayudarle en lo que necesite.
El prójimo, el otro, tu familia y amigos necesitan también sentir que puedes escuchar y ayudar; sanar sus heridas y cuidar de ellos.
No podemos seguir andando tan ocupados que acabemos pasando de largo ante el dolor y la necesidad del otro. Tan importante es tu hermano que Dios hace morada en Él y que con claridad nos dice que quien hace algo por el otro que está desnudo o con sed, o enfermo o en la cárcel está Él.
Encontrar al prójimo es encontrar a Jesús y amar a Jesús es amar al prójimo. Aprendamos a mirar, a detenernos, a escuchar y a dedicar tiempo a los demás, a nuestros prójimos; dejemos de mirar solo lo nuestro y nuestras ocupaciones, cambiemos la mirada y vivamos el amor al otro.
El Samaritano, que ha sido prójimo con quien había sido asaltado y estaba herido, ha obrado con compasión: se acerca, sana las heridas, lo lleva a un hospedaje y cuida del enfermo. El Samaritano se olvidó de sí mismo, salió al encuentro del otro y eso debemos nosotros hacer también.
Con mi bendición:
P. Jaime Alberto Palacio González, ocd.
Fuente: https://parroquiacarmelitascucuta.com
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