Marta y María son signo de la acogida.
La primera se preocupa por el servicio, que nada falte para que el Señor se sienta bienvenido y a gusto y la segunda aprovecha la ocasión para escucharlo, para sentarse a sus pies y aprender de las enseñanzas del maestro.
En la vida Marta y María somos cada uno de nosotros en momentos muy específicos.
Unos días atareados con el servicio y otros a la escucha de la Palabra. Es la vida de trabajo y la vida de descanso en el Señor. Y debemos aprender a vivir los dos momentos o formas de vida con intensidad. Marta está tan ocupada que no ha tenido tiempo para el Señor, no ha podido sacar un espacio para detenerse y escucharlo. María ha escogido la mejor parte, la que llena de luz y de paz el instante de la vida.
En la relación con el Señor todo es importante: acoger con amor al Señor en casa tiene que ver con el servicio, que se sienta a gusto y también tiene que ver con la escucha en la intimidad de su Palabra, al fin de cuentas, como nos lo dijo la madre de Jesús, tenemos que hacer lo que Él nos dice y así siento que le damos sentido a todo lo que hacemos y el cansancio y fatigan se pasan con alegría y con paz.
Si ponemos en orden las cosas podremos entonces decir que de la escucha viene la práctica.
Todo servicio o apostolado que nace del amor, que se alimenta con la Palabra pronunciada por el Señor y que dedica tiempo para la oración que fortalece el vínculo de amistad con Dios, será fructífero, lleno de alegrías. La parte mejor es saber, entender, el desde dónde hacemos las cosas, desde dónde servimos y acogemos. Toda actividad que no se funde o centre en Cristo y en su Palabra, acaba cansando, generando reclamos.
Cuando las cosas se hacen desde Dios no cansan.
Nunca olvidemos que Jesús quiere ser escuchado, sus Palabras son Espíritu y vida; por la práctica de la Palabra se construye la familia del Señor. La Palabra de Dios da solidez a las obras y quien construye la vida desde la Palabra de Dios no se derrumba ante las adversidades. Dichosos son los que escuchan la Palabra de Dios y luego la ponen en práctica, el que conoce a Jesús obedece a su palabra como lo hacen las ovejas con el pastor.
Abramos nuestra casa a Dios; la casa que es la vida, el corazón, lo que anhelamos. Saquemos el tiempo necesario para acoger al Señor que desea ser escuchado porque Él ha venido a predicar el Evangelio, a anunciarnos la cercanía y presencia del Reino. Y luego sentémonos a la mesa, compartamos con Él el banquete que da la vida y que nosotros preparamos, desde su cercanía y presencia, con amor. Dos momentos de la vida, dos dinámicas del amor: escuchar y obrar. Y esto para la familia, para la pareja, los hijos y en el trabajo. Orantes que escuchan la Palabra como lo hizo María de Betania y acogedores que preparan todo para el Señor y disfrute su estadía entre nosotros al mejor estilo de Marta.
Con mi bendición:
P. Jaime Alberto Palacio González, ocd.
Fuente: https://parroquiacarmelitascucuta.com
Más reflexiones del Padre Jaime Alberto Palacio González, ocd