Hacer todo para que quien se ha ido regrese
Mis queridos amigos de santa Teresita, de san José, del Carmen de La Habana, del Carmelo de Quito y de tantas partes del mundo. Mi saludo con los mejores deseos de paz y bien para la semana que comenzamos.
“Has enseñado a tu pueblo que el justo debe ser humano, y has llenado a tus hijos de una dulce esperanza, a que al pecador le das tiempo para que se arrepienta” (Sb. 12, 18-19)
Ponerse en el lugar del otro, entenderlo desde el corazón, juzgarlo entendiendo la situación, el ambiente, el contexto, y hacerlo con amor, para que la justicia se vuelva misericordia. Eso es realmente lo que Dios quiere que hagamos con quien falla.
Es conquistar y no rechazar. Hacer todo para que regrese y no dejar que se pierda. Ayudarle porque en su falta o pecado ha perdido fuerzas, dignidad, el propio ser. Llenar de esperanza el corazón del pecador para que se arrepienta.
Hay que darles tiempo a las personas y creer en la conversión. Hay que darle tiempo, como Dios lo hace con nosotros pecadores, a los que fallan o pecan para que se arrepientan. A veces somos demasiados duros, exigentes y nos cerramos; no damos tiempo a quien falla, a quien peca, los condenamos inmediatamente. Y ese comportamiento hay que corregirlo a la luz de la Palabra de Dios. Paciencia, paciencia. Setenta veces siete. Misericordia que el tiempo mostrará la verdad, hará su propia justicia. Lo nuestro es sembrar, lo de todos es amar. Del cristiano es perdonar.
Cuando usamos la justicia con amor y sobre todo con misericordia; cuando le damos a los demás la posibilidad de volver al camino; cuando perdonamos, estamos procurando siempre que la paz alcance su objetivo. Muchos, muchas veces, en el caminar por la vida, en el lograr los objetivos, en la manera o la expresión del amor, nos hemos equivocado.
Tenemos días cargados de amor y de buenas obras pero también días grises, cargados de pecados, de mentiras, de infidelidad, de desamor. La dinámica que nos vuelve al camino, que nos recupera, que nos da fuerza para cambiar, se llama amor. Y es que seguramente el pecador que ya sabe que no será perdonado pierde la esperanza. Para qué soñar si el corazón duro y falto de amor de los demás ya nos ha condenado y, tal vez por eso, ya muchos que han fallado no se toman el tiempo para pedir perdón. Nuestra dureza y obstinación que se confunde con orgullo y falta de humildad, le cierra las puertas a muchos, mata la esperanza de muchas personas. Junto con Dios tenemos que aprender a darles tiempo a los pecadores para que se arrepientan. Todos hemos necesitado de ese tiempo de madurar, de arrepentirnos, de pensar un poco mejor las cosas.
Quien se sabe amado entiende en su corazón que no debe perder la confianza en sí mismo, que quien le ama espera lo mejor. Y eso anima, lleva a pedir perdón y a recorrer de nuevo el camino de regreso, el camino del bien. Dios en su bondad y con su misericordia nos está diciendo cada vez: ánimo, se puede, adelante. Regresa, te llevo te cargo; ceno contigo, te lavo los pies y pido que te conviertas.
Una semana para llenar de esperanza y de misericordia a todas las personas que nos rodean.
Con mi bendición:
P. Jaime Alberto Palacio González, ocd