Jesús regresa a su tierra y el que es conocido pasó a ser el desconocido y la gente se asombra de sus enseñanzas y los milagros que hace.

La gente conoce a Jesús, su familia pero ahora deben comenzar a cambiar su apreciación sobre Jesús. Ya no es solo lo que piensan de Él; ha comenzado la revelación del misterio que envuelve la humanidad de Jesús. Él es amigo, familiar, cercano a muchos. Este hombre es el Hijo de Dios; este hombre, por ser Dios, hace las cosas de Dios y tiene la autoridad de Dios.

Y ante Él tenemos dos opciones: creemos y aceptamos su enseñanza que nos propone una nueva manera de vivir, de amar, de relacionarnos, o lo rechazamos, nos obsesionamos no queriendo ceder a nuestro propios conocimientos y creencia y hacemos parte del grupo que se obstina y comienzan las acusaciones que acabaran en la muerte.

El primer gran reto de Jesús es romper los paradigmas que los del pueblo tienen del Mesías, de Dios.

Era llevarlos a entender el hecho de que en su humanidad habitaba la santidad y que las obras que hacía por el bien de la humanidad y las palabras que pronunciaba eran por Dios que en Él obraba. Se habla de la familia de Jesús, de sus parientes más cercanos (hermanos) y de su madre. Ellos han sido los referentes sociales, pero ahora en su presentación en la Sinagoga o por los milagros o sus enseñanzas, las cosas comienzan a cambiar y la gente debe trascender “la propia realidad” para entender la dinámica de Dios.

En Jesús, Dios cumple sus promesas, se hace presente por medio de su Hijo. Ha llegado el Mesías de Dios que viene a liberar. Y ha comenzado sanando, liberando, predicando, acogiendo y abriéndose en amor a todos.

Jesús se extraña de la incredulidad de la gente.

Su falta de apertura a la acción de Dios es impedimento para que se obren los milagros. Dios quiere hacer todo por el ser humano pero éste no quiere. Solo creen en el Dios que tienen en sus mentes y el que las normas, doctores de la ley y movimientos religiosos han elaborado. Dios en su realidad se manifiesta en su Hijo. Quien ve al Hijo ve al Padre, quien cree en el Padre reconoce en Jesús a su Hijo. Aprendamos a no juzgar por las apariencias, no nos escandalicemos de las obras buenas que hacen las personas; Dios obra como quiere y donde quiere. No seamos obstáculos para Dios, que la fe nos caracterice y desde la fe Dios obre por la humanidad lo que ha querido hacer por medio de nosotros.
Feliz semana para todos.

Con mi bendición:

P. Jaime Alberto Palacio González, ocd.