“Vengan a mi todos los que están cansados y agobiados, y yo los aliviaré”
Mis queridos amigos de santa Teresita, de san José, del Carmen de La Habana, del Carmelo de Quito, Carmelitas Cúcuta y de tantas partes del mundo. Mi saludo que lleva los mejores deseos de paz y bien en el Señor que hoy de manera muy especial nos invita a que vayamos y descansemos en Él.
Jesús quiere que aprendamos de Él a ser mansos y humildes de corazón, es decir, quiere que conquistemos el mundo y que con nuestra actitud de apertura, respeto y acogida, la humanidad aprenda que el camino del amor y el de la pequeñez será el que nos salve, nos conduzca a la plenitud de la existencia. Jesús ha visto nuestro cansancio y fatiga; de formas diversas luchamos por ser mejores, por amar, por servir pero el camino de la salvación es el amor y no el de la violencia que tan agobiado nos tienen. Si nos valoramos, si nos amamos el camino, el yugo ahora será el del amor mismo.
La invitación de Jesús a que vayamos y descansemos en Él sigue abierta; Lo que nos ofrece Jesús es lo que el Padre Dios quiere para cada uno. Lo que Jesús nos enseña lo ha escuchado al Padre, lo que Jesús hace es porque el Padre se lo permite; si nos acoge Jesús nos acoge el Padre y si nos perdona es porque el Padre lo quiere.
Él es misericordioso, justo y santo.
Por eso abrirnos a la Palabra de Jesús es abrirnos al Padre y en esa Palabra encontrar la voluntad de Él para cada uno. Escuchar a Jesús con sencillez, sin soberbia. Nunca pensemos que de Dios todo lo sabemos y entendamos que al corazón hay que permitirle que se renueve y sienta diferente porque desde Dios se siente y vive de otra manera. Ante Dios humildes y sencillos; pequeños y como niños. Por eso es que Jesús nos invita a que vayamos a Él y aprendamos a ser mansos y humildes de corazón.
Mansedumbre y humildad para que dejemos, desde el mismo Jesús, de hacer daño, de generar violencia. La idea es no abusar y ni aprovecharnos del poder en contra del otro. Dios es humilde y de Él debemos aprender. No está la cosa en prepararnos para la guerra o para la defensa de lo que pensamos que se debe luchar o defender.
No hay que ser tercos, ni pensar que lo sabemos todo y que en todo tenemos la razón.
El Señor con los soberbios, con los engreídos, con los que humillan a los demás, con lo que todo lo saben no tiene nada qué hacer. Los pequeños se abandonan, se dejan enseñar, descubren que todos son buenos; de todos se puede esperar y en todos se puede creer. Jesús nos invita a estar con Él porque hace la vida más ligera y ayuda a llevar los pesos con dulzura.
Aprendamos pues de Jesús a mantenernos en paz, a reconocer la dignidad de los demás, a que nada perturbe la experiencia, el deseo y la exigencia de ser buenos. Esperar con paciencia es permitir que la otra persona, desde el amor, logre restaurar la propia vida.
Con mi bendición:
P. Jaime Alberto Palacio González, ocd.
Fuente: https://parroquiacarmelitascucuta.com
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