PARA ESTA SEMANA JUNIO 26 DE 2017
El ser humano…eterno y efímero, grande y pequeño. Llamado al amor.
Mis queridos amigos de santa Teresita, de san José, del Carmen de La Habana, del Carmelo de Quito, de Carmelitas Cúcuta y de tantas partes del mundo. Mi saludo que lleva los mejores deseos de paz y bien en el Señor. Que la semana que comenzamos sea para todos de mucha alegría y paz.
El Evangelio con el que nos encontramos este domingo (Mt. 10, 26-33) se convierte en una invitación a la lealtad y fidelidad a Jesús. Permanecer en Él, en la verdad y ser capaces de dar testimonio de Él incluso en la adversidad.
Los seres humanos en la propia grandeza, en la dignidad que tenemos, en el señorío al que estamos llamados a vivir, tenemos también que aprender a vivir con la conciencia que la grandeza es un don, que la dignidad nos viene de Dios y que el señorío es por participación en el hecho de haber sido creados a imagen y semejanza de Dios. Toda grandeza y toda dignidad tienen también algo de fragilidad y de bajeza.
Y esa es la realidad de todos los humanos, esa misma que tanto nos cuesta aceptar, pero que va labrando nuestra propia personalidad y que nos hace recordar que por encima de todo está Dios, está el creador, nuestro Padre. Existen personas que se imaginan más grandes de lo que son; que creen tener todo para humillar a los demás teniendo tan poco que ni tienen para sí mismos, por lo tanto, incapaces de dar; personas que se consideran más sabias e inteligentes de lo que en la propia verdad son y que por tanto dejaran de ocultar la necesidad de tener que aprender más de los demás.
Grandeza y fragilidad, eterno y efímero, capaz de mucho y de nada. Así somos: todo un misterio que está por descubrirse, por encontrarse, por fundirse en lo eterno, por acabar de entenderse y de amarse. Lo humano es lo más sagrado, lo sagrado se hace humano. Lo humano tiene que ver con la verdad, con la alegría, con la coherencia, con el servicio, con la entrega, con el amor… con Dios. Lo humano que se abre a la fragilidad, que se llena de pecado, tiene que ver con redención, con conversión, con misericordia… con Dios.
Somos humanos, somos presencia de Dios. Estamos llamados a lo real, a la verdad, a la vida. No tengamos miedo. No dejemos la esencia de la vida, del ser que es Dios habitando y llenando el corazón de amor. Solo en Él vivamos y existamos.
Todo lo oculto llega a saberse y todo lo que degrada o hace despreciable la vida de los demás tiene su cuenta de cobro.
No ponernos de parte de Dios, vivir con miedo las verdades de Evangelio, negar la presencia de Dios, vivir principios que llevan a la muerte a la negación de posibilidades, todo eso ha facturado y la cuenta ha sido: odios, injusticias, egoísmo y por lo tanto guerras, hambres, destrucción. Alguien, Dios, defiende a los indefensos, humilla a los ricos, destrona a los poderosos, exalta a los humildes de corazón, libera a los presos. Ponerse de parte de Dios, luchar por el proyecto de Dios, vivir el Evangelio y apostarle al amor sigue siendo el principio por el cual el mundo se salve y debe ser nuestro compromiso como creyentes.
Que nuestra manera de vivir, de actuar y de pensar afirmen la existencia de Jesús y el plan de salvación que Dios nos tiene preparado y al que estamos invitados día a día.
Con mi bendición:
P. Jaime Alberto Palacio González, ocd.