PARA ESTA SEMANA JUNIO 27 DE 2021
Jesús viene a buscarnos, dejémonos encontrar por Él.
Mis queridos amigos de santa Teresita, de san José, del Carmen de La Habana, del Carmelo de Quito, Carmelitas Cúcuta y de tantas partes del mundo. Un abrazo y todas las bendiciones para la semana que comenzamos. Que el Señor que la da vida, nos la conserve plena de salud.
Todo comenzó con un llegar de Jesús “a la otra orilla”, a lo que sigue el encuentro con la gente que le esperaba. De Jesús ya se hablaba, se comentaban muchas cosas, los prodigios que hacía y cómo Él sanaba enfermos, liberaba a los endemoniados, predicaba la Buena Noticia del amor de Dios a la humanidad e invitaba a la conversión. Al hablar de Jesús mucha gente preparaba, como el Bautista, los caminos del Señor; generaban inquietud y ganas de conocerlo en los que escuchaban; ganas de verlo y de poder pedirle por tantas cosas; un deseo grande de escucharlo.
Eso pasó con Zaqueo, con la Cananea y hoy en este texto de Marcos (5,21-43) con Jairo el jefe de la Sinagoga y con la mujer que sufría de hemorragias hacía muchos años.
Doce años tenía la hija de Jairo y doce años llevaba la mujer padeciendo flujos de sangre.
Ambas mujeres perdían la vida. Doce es también una vida, como lo es un pueblo, como lo es la comunidad. Doce puede ser inicio de algo nuevo.
“Cuando venga Jesús, cuando me encuentre con Jesús, cuando pase por aquí…” seguramente muchas personas pensaban que debían obrar según la fe, que si era necesario tenían que romper esquemas, paradigmas; ellos entendían que había que dar el paso, acercarse, suplicar y hasta gritar si era necesario. La fe les decía que no podían perder la oportunidad de estar cerca para que Jesús les ayudara, los escuchara, los sanara. No podían dejar que pasara, que siguiera adelante sin ni siquiera tocarlo.
Jesús llega y nosotros salimos al encuentro; que el que viene a encontrarnos nos pueda encontrar. Es el Señor el que viene a visitarnos y nosotros con humildad le acogemos. La fe que nos ha llevado a buscarle, a pedirle, hace que también le reconozcamos como el Señor, Dios entre nosotros; una fe que nos llega a la adoración, a la súplica humilde, al temor reverencial esa fe “seduce” al Señor y por esa fe las grandes cosas se nos vienen dadas. La fe “roba” la fuerza sanadora del Señor, conquista el corazón enamorado de Jesús; nuestra fe lo lleva a los lugares en el que el dolor quiere ser sanado y el pecado perdonado.
La fe que te lleva a Jesús, que hace de ti una persona humilde, capaz de arrojarse a los pies del Señor, la fe que quebranta nuestras lógicas, es la que elogia el Señor.
Esa es la fe que salva y llena de vida lo que parece morir. “Basta creer” para que Jesús siga el camino, llegue a nuestra casa y a nuestra necesidad; para que llegue a liberarnos y a darnos la vida. Jesús nos levanta del lecho de la muerte. Jesús es vida para las personas que sienten que la vida misma se les escapa como es el caso de la niña y el caso de la mujer al perder sangre por tanto tiempo.
Aprendamos que quien confía en Dios no se deja llevar por el miedo, ni espera que todo se pase sin haber hecho nada. El que cree se atreve, está seguro que Dios no defrauda, se abandona en su amor pero antes le pide con claridad lo que necesita. Jesús cree en nuestras capacidades, tenemos la vida y la fuerza, “por dentro”, para llevarla adelante; La fe con la que hemos sido bendecidos hace que el Señor llegue a nuestra casa, a nuestra necesidad, a los lugares de muerte y de enfermedad. Jesús ha venido a cumplir la voluntad del Padre y en Jesús nuestra fe llega a su plenitud.
Con mi bendición:
P. Jaime Alberto Palacio González, ocd.
Fuente: http://ow.ly/ECwl50Fjjuc
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