PARA ESTA SEMANA MARZO 1 DE 2020
Las tentaciones.
Mis queridos amigos de santa Teresita, de san José, del Carmen de La Habana, del Carmelo de Quito, Carmelitas Cúcuta y de tantas partes del mundo, reciban mi saludo con los mejores deseos de paz y bien. Dispongamos el corazón para acompañar a Jesús en estos días de desierto, resistamos a la tentación y tomemos, con la ayuda del Espíritu Santo, las decisiones más convenientes para nuestra vida.
En este primer domingo de Cuaresma se nos presenta el pasaje de las tentaciones (Mt. 4, 1-11)
Reflexionando sobre el texto es bueno caer en la cuenta de que el Espíritu que Jesús ha recibido en el Bautismo, el que ha bajado y se ha posado sobre Él, es el mismo que ahora lo conduce al desierto, es el que le acompaña y conforta durante el tiempo que pasa a solas en el desierto.
Jesús debe comenzar la vida pública, la misión, y debe organizarse. Él sabe que le esperan realidades complicadas, ya sabe de la cultura de su pueblo, de los problemas sociales y religiosos, de la situación política. Jesús es un hombre de contexto y es ahí, en medio de las vivencias de cada día que Él debe anunciar el reino de los cielos.
Es ahí, en su realidad terrenal, que se encuentra con una cultura en la que religiosamente todo está, según los líderes religiosos, perfecto
En una cultura así es y será siempre complicado hablar de la novedad de Dios
La realidad que conoce Jesús es aquella en la que Dios es creído como una sola persona y por eso hablar del Hijo y presentarse como tal, será problemático. En una cultura donde el demonio no ha sido dominado que Él (Jesús) domine a Satanás y libere a las personas de sus ataduras, será imposible no ser acusado de malo, de diabólico y hasta poseído.
Los cuarenta días en el desierto aparecen como un corte; algo nuevo ha de suceder y Jesús no pierde su identidad ni su fortaleza, ni su ser divino a pesar de las adversidades que se vivan o las tentaciones que se tengan. Dios es Dios siempre y en todo lugar; Dios es fuerte y el mal en su presencia solo es lo que tiene qué ser: un tentador.
Nosotros iniciamos el tiempo de la Cuaresma, lo propondría como un tiempo de revisión, de toma de decisiones, de demostrar que podemos, aun en los momentos difíciles que muchos atraviesan, vencer al mal y resistir a las tentaciones que pueden ser la desesperanza, la soledad y la tristeza. Nuestro tema no es tanto de sentir hambre o ambición de grandeza o de poder sino más bien de autoestima, de falta de amor propio; esa tentación de sentirse incapaz, poco amado y perder el sentido de la vida que se entrega y que se gasta por amor.
Hay que crecer, hay que madurar, hay que reforzar el amor propio principio de amor a los demás
Y para eso nada mejor que volver a la interioridad y dejarse conducir por el Espíritu Santo; irnos para “el desierto” de la propia alma y llenarse de fuerza, de determinaciones; sentirnos de nuevo capaces de todo desde Dios que en su Espíritu nos cuida y acompaña. Ese Espíritu que no nos dejará caer en la tentación.
Las tentaciones nos sirven para discernir realmente sobre lo que es importante, casi fundamental en la vida.
Con mi bendición:
P. Jaime Alberto Palacio González, ocd.
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Fuente: http://ow.ly/zZfo50ybbsz