Jesús don de Dios, agua viva, manantial de eternidad
Mis queridos amigos de santa Teresita, de san José, del Carmen de La Habana, del Carmelo de Quito, Carmelitas Cúcuta y de tantas partes del mundo. Mis mejores deseos para la semana que comenzamos, Jesús sea el agua que nos calma la sed y llene de esperanzas y alegrías todas las tareas que Dios mismo nos confía. Que Jesús sea la fuerza para salir y anunciar su presencia redentora entre nosotros.
Este tercer domingo de Cuaresma, la Iglesia nos presenta a Jesús y su encuentro con la Samaritana
Jesús que es don de Dios, agua viva, manantial de eternidad y la mujer sedienta que va al pozo a saciar su sed. Jesús que es amor, la mujer que aún no encuentra el amor de su vida. Ese amor que la llene de paz y sobre todo le regale la fuerza para colmarse de plenitud y de eternidad.
Jesús viene al encuentro y en esta oportunidad es la mujer de Samaría la que se acerca. Ella va al pozo a la hora que Jesús está allí sentando; ella tiene cántaro para sacar agua y Jesús tiene sed y necesita de agua. La sed que siente Jesús es material, la sed que tiene la mujer es de eternidad, de amor, de vida. Él está sentado, ella de píe; Él habla, ella responde; Él ofrece agua de vida eterna y ella pide de esa agua para no tener más nunca sed. Ella abandona el cántaro porque está saciada, Jesús se queda para ser la fuente en la que vengan a beber muchos habitantes de Sicar.
El texto nos habla de una mujer, que necesariamente no es pecadora, que conoce de las promesas de Dios, una mujer que quiere saciarse y que por haber tenido tantos maridos es juzgada y por lo tanto condenada a la soledad; ella no camina en tinieblas pero su satisfacción, su sed, la hace ir al pozo a la hora que sabe que su soledad no será cuestionada y en que Jesús se le presenta como luz. La mujer descubre a Jesús en un diálogo abierto, directo.
Siente su historia sanada al no ser condenada por Jesús, que es un profeta.
El Mesías. Ella se da cuenta que la historia de salvación se escribe con un Dios que es de todos, para todos y al que se le puede adorar en Espíritu y verdad mucho más allá de normas y de leyes. Ambos dejan de lado sus prejuicios, ambos abren el corazón y dejan que Dios obre. Jesús que se revela y ella que se hace misionera del amor, ahora ella es cántaro de agua vida.
Dejémonos encontrar por Jesús, dejemos que Él sacie nuestra sed y pongámonos, como la Samaritana en camino para que otros por nuestro anuncio descubran en Jesús el agua de vida eterna.
Con mi bendición:
P. Jaime Alberto Palacio González, ocd.
Fuente: https://parroquiacarmelitascucuta.com
Más reflexiones del Padre Jaime Alberto Palacio González, ocd