CONGREGACIÓN DE MISIONEROS OBLATOS DE LOS CORAZONES SANTÍSIMOS

PARA ESTA SEMANA MARZO 13 DE 2017

PARA ESTA SEMANA MARZO 13 DE 2017

Era importante para la fe, para seguir caminando.
Mis queridos amigos de santa Teresita, de san José, del Carmen de La Habana, del Carmelo de Quito, de Carmelitas de Cúcuta y de tantas partes del mundo, mi saludo cordial con los mejores deseos de paz y bien en el Señor que también se nos revela y transfigura para que nosotros nos llenemos de certezas en la fe y seamos capaces, a pesar de cualquier adversidad, de caminar sin poner en duda que es Dios el que está con nosotros y que hemos puesto nuestra esperanza y nuestra confianza en Dios que en Jesús se hizo hombre para nuestra salvación.

Existen momentos en los que todos hemos necesitado tener certezas de fe; hombres y mujeres de fe hemos necesitado alguna luz, alguna Palabra, una noticia de Dios en los momentos más tristes o complicados de la vida, y esto se puede tornar más grave aún en aquellos en los que el Señor ha sido el centro de la propia vida y por el cual muchos han dejado cosas, han cambiado desde lo más íntimo su proceder por querer vivir fielmente el Evangelio; momentos difíciles en los que han sido discípulos siempre abiertos a la experiencia de Jesús, de su amor y han pregonado con fe que el Reino de los cielos está cerca. Momentos muy parecidos a los que pasaron los discípulos de Jesús estando con Él y éste una vez resucitado.

Al parecer las dudas, la incertidumbre, la sensación de no avanzar, de no cambiar, los miedos, las crisis personales, que pienso yo la gran mayoría hemos vivido y pasado, justo atacan, llegan, desbordan a las personas de fe. El mal conoce nuestra fragilidad y le importa para hacer desde ahí su daño, mientras que Dios conoce nuestra grandeza y nuestras capacidades y las potencia con la fuerza del Espíritu Santo para que hagamos el bien. Es un combate, es una lucha constante, es una situación en el que cada uno debe tomar decisiones, cada uno debe determinarse. Es por eso que las certezas de la fe, el hecho de que Jesús se haya transfigurado delante de algunos de sus discípulos, el hecho que el Padre se manifieste y aparezcan Moisés y Elías, se convierte, para el creyente, en el momento fundante, interior, en el que todo se aclara. Ahora se puede entender el dolor, el sufrimiento, la persecución, la duda. Pero también se entiende la necesidad de ser fiel, de perseverar, de caminar dispuesto hasta llegar al final.

No hemos puesto la fe en cualquier persona, nuestra esperanza no se funda en una historia. Creemos en Jesús que es Dios; el Hijo de Dios cuya Palabra es Palabra de Dios y que en su humanidad no ha perdido su gloria ni dignidad, sino que por el contrario ha humanizado lo divino y ha divinizado lo humano. Era importante que Jesús mostrara su gloria, que el Padre lo presentara como su Hijo, que se nos invitara a escuchar su Palabra. Era importante renovar la fe para bajar luego de la montaña y seguir en la lucha y en la entrega fiel del día a día.

La transfiguración en el camino hacia la Pascua nos alienta, nos impulsa a seguir caminando hacia el bien y hacia la resurrección; vale la pena seguir renunciando así mismo, vale la pena compartir con el necesitado, vale la pena convertirse y volver a Dios, vale la pena vaciar el corazón para llenarlo solo de Jesús. Volvamos a la montaña, miremos a Jesús resplandeciente y lleno de gloria y escuchemos con atención la invitación del Padre: “Este es mi Hijo muy amado, en quien tengo puestas mis complacencias; escúchenlo”.

Con mi bendición:

P. Jaime Alberto Palacio González, ocd.