PARA ESTA SEMANA MARZO 15 DE 2020
La Samaritana.
Mis queridos amigos de santa Teresita, de san José, del Carmen de La Habana, del Carmelo de Quito, Carmelitas Cúcuta y de tantas partes del mundo. Mi saludo y los mejores deseos de paz y bien en el Señor que ha venido a saciar nuestra sed. Él es la fuente, el manantial que da vida; es el agua viva que da la eternidad.
La reflexión para esta semana nace del texto que nos presenta san Juan (4, 5-42) y que conocemos como “La Samaritana”. En la vida hemos vivido la experiencia de la sed física y también la sed espiritual. En nuestra búsqueda de agua, de cómo saciar la sed, nos puede pasar que, así como Jesús encontró a esta mujer de Samaria que le calmó se sed física también nosotros podemos encontrar a Jesús de camino, con sed y necesitado de alguien que le ayude a calmar su sed. Jesús tiene sed de amor y de justicia de la humanidad. La mujer samaritana tiene sed y llegó al pozo también con necesidad de calmar su sed y se encontró con Jesús que no solo podía calmarle la sed física sino también la sed de plenitud, de vida.
El texto se convierte en la invitación para nosotros a descubrir en Jesús aquel que calma nuestra sed de manera definitiva ya que es Él agua de vida eterna.
La samaritana nos representa en su lógica frente a la vida; ella tiene sed de plenitud lo que la mantiene en búsqueda de un amor que la lleve a la felicidad. Ella es también el ser humano sediento de Dios, con ganas de vida eterna pero tantas veces cerrado o temeroso no reconociendo a Dios que se hace cercano y compañero de camino.
El diálogo entre Jesús y la samaritana es un diálogo que lleva al descubrimiento de las necesidades más profundas del ser humano y al reconocimiento que solo en Jesús está todo lo que podemos anhelar. Dios ahora se sienta, nos habla y nos escucha, nos lleva al encuentro personal con nosotros para que habitándonos en la propia interioridad sepamos quién es realmente el que nos habita.
Todos somos manantiales de agua; agua que brota al encuentro con Jesús y que refresca lo más íntimo del ser y renueva las relaciones con los demás.
Jesús tiene sed de la salvación de la mujer, tiene sed de la paz y felicidad de todos.
La mujer tiene sed, pero en realidad lo que la falta es una vida plena, llena de felicidad y sobre todo de amor. A la mujer a pesar de tantas relaciones le falta el amor real, que le cambie la vida y Jesús aparece como el verdadero esposo. Ante el amor de Jesús queda el ser humano “desarmado” y por tanto comienza una nueva historia de amor, ahora desde Él, las cosas serán nuevas, todo será diferente. Y esto hay que contarlo hay que anunciar lo que se ha vivido; el haber encontrado el amor pleno.
El amor nos hace salir, nos hace misioneros. Es imposible conocer a Jesús y no anunciarlo.
Sigamos unidos en la oración. Dios nos mire con misericordia y aleje de nosotros la peste y la calamidad.
Con mi bendición:
P. Jaime Alberto Palacio González, ocd.
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Fuente: http://ow.ly/zZfo50ybbsz