Dar a conocer el amor y amar con la pasión que Dios nos ama.
Mis queridos amigos de santa Teresita, de san José, del Carmen de La Habana, del Carmelo de Quito y de tantas partes del mundo. La Cuaresma avanza en días y espero que también en deseos de cambio y que éstos sean de corazón.
Que desde ahora nuestro ser se vaya disponiendo para morir y resucitar con Cristo en la Pascua. Los invito a disponernos con alegría a este gran acontecimiento que marca nuestro ser de cristianos.
Hoy más que nunca es importante que le apostemos a un proyecto de reconciliación. Y vale la pena que cambiemos y nos reconciliemos y podríamos decir dos razones fuertes que tenemos para cambiar: el amor que Dios nos tiene y el bien que podemos hacer. Ese bien tantas veces opacado u oculto por el poco mal que se anida en el corazón debe ser transformado con la fuerza del amor.
Cuaresma es un tiempo para acercarnos con fe, con esperanza y sobre todo con alegría, al corazón amoroso y misericordioso del Padre. Ese Padre Dios que no ha ahorrado nada de amor para que nosotros seamos salvos. El amor de Dios se ha “vaciado” en cada uno de nosotros sus seres amados, imagen y semejanza suya.
Desde Dios nosotros entendemos que el pecado no tiene primacía en nuestra vida y por eso podemos optar por vivir el bien, por ser buenos o como nos lo dice Jesús “perfectos como el Padre es perfecto”.
Saber que la muerte no tiene la última palabra sobre la vida y que por eso podemos vivir con esperanza. Saber que tenemos un amante que nos ama con un amor grande, misterioso y encantador y que ese amor se traduce en misericordia y compasión, nos tiene que hacer volver la mirada al corazón y descubrirnos como seres de amor, hechos para amar y para entregar al mundo la vida en servicio y alegría.
Dar a conocer el amor y amar con la pasión con la que Dios nos ama. Es el reto del cristiano.
Dios Padre nos ha sorprendido con su propuesta reconciliadora que incluye a todos. Buenos, malos, religiosos, paganos. Gente del pueblo y de fuera de Él. Ahora todos estamos siendo invitados al banquete de bodas de su Hijo; ahora en Cristo los que no contaban cuentan y los que eran pecadores han sido llenos de gracia y de fortaleza. Ante semejante sorpresa no podemos quedarnos quietos, pasivos. Hay una gran noticia, una buena nueva para contar. Hay que decir como Pablo a los Efesios “Ustedes han sido salvados por la gracia, mediante la fe y esto no se debe a ustedes mismos, sino que es un don de Dios” (Ef. 2, 5)
Hay que contarles a todos que para Dios somos importantes y que el mundo a través de nuestra salvación se salva; que el mundo a través de nuestro amor se humaniza; que el mundo a través de nuestra entrega se enriquece. Todos somos importantes, para todos ha venido Cristo que ha entregado su vida para la salvación del mundo. Dios quiere que tengamos vida eterna y que hagamos el bien que cada uno de corazón sabe que tiene que hacer.
Con mi bendición:
P. Jaime Alberto Palacio González, ocd