PARA ESTA SEMANA MARZO 3 DE 2014
“Yo nunca me olvidaré de ti, dice el Señor”
Mis queridos amigos de santa Teresita, de san José, del Carmen de La Habana, del Carmelo de Quito y de tantas partes del mundo. Bendiciones para el mes que hemos comenzado. Ya el próximo miércoles es de Ceniza, signo que nos invita a que con espíritu de conversión comencemos el camino hacia la Pascua. Y qué mejor que pedirle a Dios la gracia de podernos enamorar cada día más y más de Él. La gracia de poder confiar y de abandonarnos en su amor de Padre.
Creo que a muchos de nosotros, por no conocer a Dios o por tener el corazón dividido, tan llenos de amores y tratando de complacer a cada uno, nos pasa que no le acabamos haciendo caso, cumpliendo su voluntad así sea que Le dedicamos tiempo para orar, para celebrar la misa; tiempo para escucharle y hasta comulgamos el cuerpo de Jesús, pero nos puede pasar lo de Marta: Tan ocupados que no escogemos la parte mejor sino que nos ofuscamos por atenderle y hacerle sentir bien. El peligro quedarnos vacíos, sin fuerzas. Realmente sin palabra. Las cosas del amor no se hacen por cumplir sino por complacer a quien se ama.
Me acuerdo de alguna vez que alguien, casado, me dijo: “a pesar de la infidelidad yo no le falto ni a mi señora ni a mis hijos con nada”. Qué mentira, le dije: te falta el corazón. El lugar donde nacen todas las buenas intenciones del ser humano y donde realmente cada uno es lo que es. El amor no es solo responder materialmente, el amor para quien sabe de amor es amar, es estar ahí, es encontrar soluciones, es acercarse. El amor es amar.
Si a Dios le damos el corazón, si le amamos sobre todas las cosas, cumpliremos sus mandatos y en nosotros la humanidad se sentirá amada y tratada con justicia, con misericordia. El amar de Dios es amar y por eso no se cansa, nos llena de posibilidades, nos alegra el corazón. Amar como Dios ama es amar incluso hasta dar la vida, hasta la cruz. El amor siempre es el vencedor si se da del todo.
Llenar el corazón de Dios no es no tener otros amores: es amar desde Él, como Él. No es tarea fácil pero quien confía, quien se abandona en Dios sentirá que Él mismo le ayuda. “…Vi que la única cosa necesaria era unirme cada día más a Jesús y que todo lo demás se me daría por añadidura. Y mi esperanza nunca ha sido defraudada. Dios ha tenido a bien llenar mi manita cuantas veces ha sido necesario para que yo pudiese alimentar el alma de mis hermanas” (Santa Teresita. Manuscrito C 22v)
Llenar el corazón de Dios es vivir en la certeza que Él no nos desampara, que sigue estando en medio de nosotros. Saber que Dios se preocupa por cada uno es también una fuerza que ayuda a que la avaricia se haga generosidad y el egoísmo se vista de humildad. Es darle a Dios nuestra miseria para que Él sea la riqueza y darle el pecado para que Él todo lo llene de gracia.
El que conoce a Dios sabe que lo importante es el Reino y que todo lo demás viene como regalo. Desprenderse para recibir. Amar para ser amado, perdonar para ser perdonado; ser pobre para tenerlo todo, ser manso para poseer la paz. El Reino es todo esto y por eso es lo más importante. Vivamos el hoy, tenemos el hoy, no desperdiciemos la oportunidad de dar lo mejor de nosotros mismos. El Reino de Dios que ya está en los corazones que se han abierto al amor.
Y termino citando de nuevo a santa Teresita (Manuscrito C 22v)
“De lejos, perece de color de rosa eso de hacer el bien a las almas, hacerlas amar más a Dios… de cerca ocurre todo lo contrario: el color rosa desaparece…, y una ve por experiencia que hacer el bien es algo tan imposible sin la ayuda de Dios como hacer brillar el sol en plena noche… Se comprueba que hay que olvidarse por completo de los propios gustos y de las ideas personales, y guiar a las almas por los caminos que Jesús ha trazado para ellas, sin pretender hacerlas ir por el nuestro”
Con mi bendición:
P. Jaime Alberto Palacio González, ocd
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