El proyecto de Dios es delicado, va fermentando la masa.
Mis queridos amigos de santa Teresita, de san José, del Carmen de La Habana y de tantas partes del mundo. Mi saludo cargado de bendiciones y los mejores deseos de paz y bien en el Señor Jesús que nos ama hasta el extremo.
En semana que comenzamos, que es también la primera del mes de marzo, los exhorto a que todos la vivamos en fe y que nos dispongamos a acoger la invitación que nos hace el Padre de escuchar a Jesús. El Hijo amado.
Hay un proyecto trinitario y que justo se está realizando en Jesús. Ese proyecto debe ser conocido y por eso es anunciado. Se proclama la buena noticia como una nueva manera de relacionarse con Dios, con la creación y con los demás. Se nos invita a la conversión y a disponernos de corazón para vivir el Reino de Dios que se concreta en la experiencia de justicia, de amor y de paz. Se anuncia la buena noticia que es libertad para los oprimidos por causa del mal y para los encarcelados, sanación para los enfermos, vida para los que mueren… Es un tiempo de gracia que Dios ha inaugurado en Jesús por medio del Espíritu Santo.
Es el amor que se hace carne.
El proyecto trinitario se identifica con Jesús, poseedor del Espíritu de Dios y por el cual se realizan las cosas entre Dios y los hombres; Jesús conoce al Padre. Él dice las palabras del Padre, lo que ha escuchado a su Padre. Y sus palabras son de vida eterna.
Escuchar a Jesús es llenarse de vida eterna, es descubrir el querer de Dios sobre cada uno y vincularse directamente en el proyecto trinitario del Reino. “Dichoso el que escucha la Palabra de Dios y la pone en práctica” escuchando la Palabra y poniéndola por obra entramos a ser parte de la familia de Jesús, sus más cercanos y allegados seres queridos: madre y hermanos.
Dejarse tocar por la Palabra, ahondar en la Palabra, debe purificar la mirada. Y una mirada purificada, es decir, la mirada de los que tienen el corazón limpio y pueden ver a Dios, lleva siempre y en cada circunstancia a gozar del resplandor de la gloria de Dios. Quien mira las cosas desde la Palabra, mira diferente: mira descubriendo el paso de Dios por la creación.
La mirada desde Dios llena de esperanzas la vida, nos lleva a descubrir que en cada acontecimiento que se vive con fe nos hace crecer y madurar. Mirar desde Dios nos lleva a descubrir lo más íntimo del ser, la razón de las actuaciones. Mirar desde Dios nos lleva a juzgar a los demás siendo capaces de ponernos primero en su lugar. Porque como dice san Juan de la Cruz, el mirar de Dios es amar.
Mirar las cosas, los acontecimientos desde Dios nos lleva a descubrir que aunque todo parezca adverso, aunque ya todo tenga sabor a pasión, a sufrimiento, a derrota e incluso a muerte, este proyecto de Dios para con la humanidad sigue delante de una forma sutil y delicada. El proyecto de Dios va calando en los corazones de muchas personas de la misma manera que la levadura fermenta la masa o la semilla más pequeña crece hasta hacerse arbusto. Y se supone que esas personas somos los cristianos. Ahora estamos llamados a ser, en este proyecto en el que la humanidad logre un cambio radical hacia el amor, la luz, la sal, la semilla y la levadura. Tenemos una misión, la misma de Jesús y por eso hagamos como los discípulos, dejemos los miedos o las seguridades y vayamos a anunciar el Reino de Dios presente en Jesús.
Con mi bendición:
P. Jaime Alberto Palacio González, ocd.