Tercer domingo de Cuaresma.
Mis queridos amigos de santa Teresita, de san José, del Carmen de La Habana, del Carmelo de Quito, Carmelitas Cúcuta y de tantas partes del mundo. Mi saludo y los mejores deseos de paz y bien para la semana que comenzamos.
En el Evangelio de este domingo (Lc. 13, 1-9), la conversión aparece como el acontecimiento por medio del cual podemos reconsiderar muchas situaciones de nuestra vida que nos han alejado de la experiencia real de Dios y que al tomar la decisión de dejarlas entonces podremos no solo caminar de la mano del Señor sino que también comenzaremos a dar frutos, comenzaremos a ser lo que realmente el Señor quiere que seamos y hagamos del amor la realidad a través de la cual el mundo se abre al Reino de los cielos.
Jesús ha tomado sobre sí la responsabilidad de cuidarnos, de salvarnos. Jesús hace todo lo que, desde el amor, es necesario para que nunca nos falte nada y alcemos la felicidad plena. Somos el mejor terreno, Dios nos ha puesto en el mundo para que todos puedan disfrutar de los frutos. Jesús ha sembrado su Palabra la cual al crecer en nuestro corazón es capaz de llenar de paz y de alegría a las personas con las que compartimos la existencia. Demos frutos, Jesús nos cuida y espera que respondamos con el amor mismo con el que somos cultivados.
Para dar los frutos que Dios espera, para no ocupar terreno de balde, para que la gente disfrute del don de la vida y de las cosas linda que Él nos ha dado, es necesario que avancemos en el proceso de conversión. Será necesario que nos dejemos cuidar por Jesús y que aceptemos de Él las cosas que nos enseña.
Convertirnos para estar en los caminos de Dios, convertirnos con la mentalidad y con la convicción que en el servicio, en la solidaridad y en la relación con Dios está la vida en plenitud. Si no nos convertimos, sino empezamos a dar los frutos buenos, nuestra vida no tiene sentido.
Vivamos con la plena convicción que cuando permitimos que Jesús llegue a nuestra vida, el mal que llevamos dentro, está destinado a desaparecer y al abrirle el corazón a Jesús nos llenamos de la fuerza que tanto necesitamos para permanecer fieles al proyecto del amor. Jesús es la vida, el mal es la muerte; nosotros optamos en la conversión por vivir.
Dios nos ama, nos espera; Jesús nos cuida y espera los frutos. Hagamos nuestra vida fecunda y que seamos la más grande bendición para los demás.
Con mi bendición:
P. Jaime Alberto Palacio González, ocd.
Fuente: http://ow.ly/KDgs50Fe8gz
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