PARA ESTA SEMANA MARZO 3 DE 2019
“De lo que rebosa el corazón, habla la boca”
Mis queridos amigos de santa Teresita, san José, el Carmen de La Habana, Carmelo de Quito, Carmelitas Cúcuta y de tantas partes del mundo. Mi saludo cargado de bendiciones y buenos deseos para la semana que comenzamos. Semana en la que iniciamos la Cuaresma con la imposición de la ceniza y semana en la que nos proponemos hacer lo que sea necesario para recuperar el corazón como centro de amor y buenas obras.
Desde la Palabra que se nos presenta para este domingo (Lc. 6, 39-45) debemos aprender a que en la vida tenemos que llegar a ser “soporte” para los demás. Hemos sido llamados para ser guías, para mostrar el camino; ser compañeros en el caminar de la vida de tantos hermanos. Cada uno debe ser consciente de la propia fragilidad, de las situaciones a mejorar, de las cosas que nos limitan en caminar con libertad en el Señor, pero no por eso debemos paralizarnos. El proceso de conversión es constante, de cada día. Es llegar a saber y a experimentar que mi fragilidad es la que me permite vivir fortalecido en la fuerza y en el poder de Dios.
Nosotros como discípulos de Jesús hemos renunciado al mal, hacemos todo lo posible para ser como el Padre celestial:
Bueno, misericordioso, Santo. Ser buenos para hacer el bien, ser misericordiosos para propiciar ambientes de reconciliación y de paz; ser santos para vivir en la dignidad que Dios nos ha regalado y tratar a los demás con esa misma dignidad. Pero ¡atentos! No juzguemos, no condenemos. No vayamos a despreciar a los demás porque no son buenos como nosotros, porque no piensan como nosotros, porque tienen pecados distintos a los nuestros.
Vayamos con cuidado, con amor, con misericordia. No miremos las fallas, los pecados de los demás. Encontremos las posibilidades de los demás, las cosas buenas de los otros.
Vamos a hacernos el propósito no solo de cambiar o de mejorar en muchas cosas de la vida, de tratar de disponer el corazón para Dios; vamos a desocuparlo de todo lo que está ocupando el lugar que le corresponde a Dios y que hemos llenado de envidias, codicias, mentiras, iras y demás cosas que nos hacen daño y que, además, cuando salen, hacen daño a las otras personas. Llenemos el corazón de Dios, de su amor, su ternura, su bondad, su misericordia, su generosidad, para que cuando salgan, hagan el bien que los otros necesitan que hagamos y que para el mundo es fundamental para su salvación. Que nos conozcan por los frutos buenos que damos, por la sabia que recorre nuestra sangre, por el Dios que se palpa en lo que hacemos y que se escucha en lo que hablamos.
Todos tenemos cosas para dar, todos llevamos un tesoro dentro, todos necesitamos limpiar, purificar el corazón y hacer de éste el lugar donde suceden las cosas más lindas:
El encuentro con nosotros en intimidad y con Dios en el secreto y silencio del corazón. Nuestras acciones, palabras y gestos esconden lo que tenemos en el corazón. Hagamos espacio en el corazón que está muy lleno de cosas que nos hacen extraños ante los demás e inclusive ante Dios. Mirar el corazón, cuidar las cosas buenas, hacen que estemos atentos a la propia intimidad, que vivamos en el propio centro y que no estemos pendientes de juzgar a los demás. Que la lucha sea por rescatar el corazón, limpiarlo y permitir que Dios de nuevo se apodere del lugar en el que vivimos, amamos y nos hacemos frutos dulces para los demás.
Con mi bendición:
P. Jaime Alberto Palacio González, ocd.
Más reflexiones del Padre Jaime Alberto Palacio González, ocd
Fuente: http://ow.ly/H3oH30nTOg7