La grandeza que no se vive en humildad es una soledad llena de ruidos, de miedos.
Mis queridos amigos de santa Teresita, de san José, del Carmen de La Habana y de tantas partes del mundo. Hemos comenzado la semana santa y ahora nos esperan días de reflexión, de recogimiento. Días para tomarnos el tiempo necesario para volver sobre nosotros mismos, nuestros pensamientos y acciones; tiempo para levantar la cabeza y mirar de nuevo a lo alto en donde se encuentra Cristo como signo de un amor incondicional de Dios.
Levantar la cabeza para encontrarnos con el amor de un Dios que sigue apostándole a un mundo nuevo, a un ser humano más humano y por lo tanto más divino, más semejante a su creador. Un ser humano para expresar el amor más justo con su hermano. Un ser humano que ame desde lo que él mismo es: amor.
En cualquier lugar, al que vayamos o pensemos ir a pasar estos días santos, no olvidemos que estamos acercándonos al misterio del amor. Estos días nos invitan a encontrarnos con todo el potencial que tenemos para hacer el bien y para sentir que no estamos solos, que por el contrario, tenemos al resucitado. A ese mismo que un día fue elevado sobre la cruz para que le miráramos y sintiéramos un amor que nos desborda y que ahora resucitado, nos ilumina, nos anima y nos fortalece para que como él seamos capaces de crear un mundo nuevo en caminos de fidelidad y entrega.
Es semana Santa, días para sentirnos llamados a la humildad. Los de corazón humilde son capaces de descubrir el poder de Dios en cualquier circunstancia, ellos saben que el Señor les ayuda y la confusión por los miedos no hace mella en sus vidas. El humilde sabe que cuenta para Dios porque vive en mi amor.
La humildad nos ayuda a entender que los desprecios y los juicios que nos hacen o que los castigos que nos imponen no son más que desconocimiento de lo que somos y de nuestro origen. Muchos solo juzgan y condenan por apariencias; otros se dejan llevar por las terquedades, frustraciones y complejos de la propia vida, para hacerle daño a la gente que actúa o que en el hablar expresa un sentimiento o pensamiento diferente. Dios siendo Dios no fue reconocido por los que se gloriaban de ser su pueblo, de conocerle y no por esto ha dejado de actuar en favor de la humanidad a la que quiere rescatar por medio de su Hijo para que logre la paz y la armonía que existe desde el origen de la creación.
El abajarse, el ser humilde puede generar un desconcierto grande en los que solo esperan cosas grandes y extraordinarias. Le pasó a Jesús con los suyos que no fueron capaces de reconocer en la pobreza, en la humildad de Jesús al Mesías a pesar de las obras que acompañaban su predicación.
Nosotros debemos aprender que quien es realmente humilde, limpio, sencillo, no deja su dignidad cuando se abaja, al contrario la engrandece y la llena de bondad.
Pensemos que la grandeza, si no es para vivirla en humildad no es más que una soledad llena de ruidos, de miedos y de sufrimientos. Cristo nos ha dado ejemplo de humildad, ha padecido su entrega y su misión pero ha recibido la recompensa de los que saben esperar el acontecer de Dios en la historia de la humanidad.? Dios lo exaltó y le otorgó el nombre que está sobre todo nombre para que al nombre de Jesús todos doblen las rodilla (cfr. Flp.6, 11)
Con mi bendición:
P. Jaime Alberto Palacio González, ocd