PARA ESTA SEMANA MAYO 31 DE 2020
PENTECOSTÉS
Mis queridos amigos de santa Teresita, de san José, del Carmen de La Habana, del Carmelo de Quito, Carmelitas Cúcuta y de tantas partes del mundo. Mi saludo con los mejores deseos de paz y bien en el Señor que ahora nos dispone para recibir el don más precioso de su ser: El Espíritu Santo.
Es en la fiesta de Pentecostés, cuando todos los discípulos estaban reunidos, que se da el cumplimiento de la promesa hecha por Jesús: el Padre ha enviado el Espíritu para que llenos de fuerza y de poder los discípulos salgan a predicar el Evangelio. En Pentecostés algo extraordinario fue lo que sucedió, era como un fuego que los abrasaba, un viento que los sacudía. Era la presencia de Dios que se hacía fuego, viento, palabra para cada uno de ellos.
Dios se “hizo”, se posesionó de los discípulos; Dios los sacó de su acomodo, les quitó los miedos. Ahora Él, por medio de su Espíritu, el que combatía por el Reino. Dios, por su Espíritu, se hizo palabra apostólica, se hizo salud para los enfermos, se hizo de nuevo hombre en todos aquellos que esperaban con ansia su llegada, la venida del que les iba a confortar y consolar: El Espíritu Santo.
Con la llegada del Espíritu Santo ha llegado el tiempo de la Iglesia, de la evangelización, de la predicación.
El tiempo del anuncio de la Buena Nueva. Llegó el tiempo en el que Dios, a través de su Iglesia, seguirá convocando a la humanidad al amor, a la unidad, a la conversión, a la salvación. Con la llegada del Espíritu el Evangelio se anuncia a todas las culturas, llega a todas las naciones. Dios es de todos y para todos y de eso debemos dar testimonio nosotros los creyentes.
Con la recepción del Espíritu llegan también la fuerza, el amor, la bondad, la alegría, la generosidad, la compasión; llegan esas cosas de Dios que nos hacen fuertes, especiales, atractivos, creíbles. Nos hacen expresión de Dios, su sonrisa, su mirada, su amor es lo que, gracias al Espíritu Santo, los demás podrán encontrar en nosotros.
El Espíritu nos “saca” del encierro personal y nos pone en comunicación con los demás, sin exclusiones, sin limitaciones porque el Espíritu nos lleva a descubrir nuestra fuerza, nuestra capacidad de darnos y de ser testigos de la experiencia de Dios que nos llena.
Con el Espíritu Dios ha venido a reconstruirnos, a llenarnos de esperanza, a hacernos de nuevo pueblo de alianza, de su propiedad. Dios ahora camina en nosotros, se expresa por nosotros, se hace amor y vida en cada uno. En Pentecostés nos hicimos templo, tomamos conciencia de nuestro ser sagrados y entendemos que debemos dar testimonio de la vida nueva que en Cristo hemos recibido gracias al amor y a la fidelidad de Dios Padre.
Con mi bendición:
P. Jaime Alberto Palacio González, ocd.
Fuente: http://ow.ly/CAI050zONMC
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