Nada más significativo e importante que cuando se está con el Amado.
Mis queridos amigos de santa Teresita, de san José, del Carmen de La Habana, del Carmelo de Quito y de tantas partes del mundo.
Mi saludo con los mejores deseos de paz y bien en el Señor que nos invita a amarle con fidelidad, a permanecer en Él abiertos a ser transformados, purificados para que así llenemos la vida de buenas obras y agrademos en los demás al Padre Dios.
El Evangelio (Jn 15, 1-8) nos insiste en la importancia de permanecer y la carta primera de san Juan (3, 18-24) que es la segunda lectura de este quinto domingo de Pascua, nos dice que quien cumple los mandamientos permanece en Dios y Dios en él.
Esto significaría que tanto nuestro sentimiento de amor, nuestras obras y palabras estarían conformes al querer, a la voluntad de Dios y sería a Él a quien nosotros daríamos, de quien nosotros hablaríamos y a quien nosotros reflejaríamos en las obras que realicemos. Dios llenando el mundo y su creación de amor y nosotros llenos de Dios llevando a los demás a que le descubran como el principio y razón de todo cambio y de toda existencia.
La comunión o permanencia en Dios, que tanto insiste san Juan, viene a significar: Dios desde nosotros o también nosotros desde Dios.
Permaneciendo en Dios nos asemejaríamos de tal manera a Él que nuestra vida no tendría otra expresión sino la suya; siendo nosotros seríamos Él, su imagen y semejanza. Pero hay algo de fondo en esta unidad-comunión; la capacidad de permanecer en Él, la fuerza que nos mantendría unidos es el amor.
Cuando logremos enamorarnos de Dios entonces podremos entender lo que significa estarse con Él, dejarse podar por Él y permanecer fielmente en Él.
Nada más agradable, nada más que llene el corazón de paz; nada más significativo e importante que cuando se está con el Amado.
Cuando le abrimos el corazón a Dios, y le amamos más allá de las palabras Él llena nuestros espacios, vacíos, soledades y le da sentido a todas las obras que realizamos, nos llena de tal manera de su amor que desde Él podremos amar, hasta la eternidad, a las personas a las que les entreguemos también el corazón.
El amor no anula nuestra realidad, nuestro ser, pero sí lo transforma. Lo hace capaz de responder al bien. El amor nos mantiene en la presencia del ser amado que llena cada cosa que vamos realizando. Esto significa que el enamorado hace todo desde Dios y como lo diría san Juan de la Cruz el amar sería su ejercicio.
En el amor y más si es divino, conservaremos nuestro propio ser que desde el amor vive en el ser Amado. Santidad y divinidad de Dios y humanidad que plenifica la creación nosotros.
No tengamos miedo al amor, a enamorarnos. No tengamos miedo a vivir de Dios y en Dios, de amarlo sobre todas las cosas y desde Dios hacer que nuestro amor sea de verdad, sin fingimientos. Amemos desde lo que somos no desde lo que pensamos que podemos amar. “Amemos no solo de palabras, amemos de verdad y con las obras” escribió san Juan (1 Jn. 3, 18)
Con mi bendición:
P. Jaime Alberto Palacio González, ocd