Mis queridos amigos de santa Teresita, de san José, del Carmen de La Habana, del Carmelo de Quito, Carmelitas Cúcuta y de tantas partes del mundo. Mi saludo que lleva los mejores deseos para esta semana. Días colmados de salud, de paz y de bendiciones. El amor de Jesús que es incondicional nos da la fuerza para que nosotros amemos de la manera como Él nos ama. El amor de Jesús se apoya en el amor del Padre Dios. Jesús nos ama como se siente amado por su Padre. Un que se traduce en búsqueda, encuentro, entrega; un amor misericordioso que es capaz de trascender el pecado; amor que no se queda en la falta sino en las posibilidades de cada uno para dar lo mejor. El amor de Jesús camina, se hace agua, pan.

El amor de Jesús es vida entregada que en la cruz se hace plenitud en la entrega.

Y así debemos aprender a amar, así debemos amarnos. Que la otra persona sea la razón de nuestra entrega amorosa.
Jesús nos invita a permanecer en el amor, en su amor. Un amor que trae consigo unas herramientas propias que nos dan la capacidad y sobre todo la certeza de saber y entender que estamos amando de manera correcta y son precisamente los mandamientos de Jesús. Desde Jesús amaremos siempre con alegría porque no estaremos a la espera de reconocimientos o de gratitudes sino que daremos lo que somos, de lo que abundamos.

La alegría de amar está en el amor que tenemos a Jesús y en lo que desde ese amor, amar y sentirse amado por Dios. Amar al prójimo se convierte en la concreción o manera de ser de quien sabe que tiene el reto de amar con un amor capaz de restaurar al otro, de sanarlo y sobre todo de hacer que entienda que la felicidad está en lo eterno. Vinimos a entregar lo que somos con sencillez y fundados en Jesús.

El que ama a Jesús cumple sus mandamientos que se concentran en uno solo: “Ámense unos a otros como yo los he amado” Un amor de hechos, cargado de esperanza; un amor dando perdón, amor incluyente y fiel que ama siempre en cualquier circunstancia, en cualquier momento y mucho más allá de lo que podemos pensar que es necesario. Un amor que entrega la vida. Jesús pide que amemos como Él nos ama.

Nos pide que amemos porque ya sabemos que se ama sin límites.

Conocer a Jesús es amarlo y aceptarlo en el corazón es para que amemos como Él nos ama. Amando a Jesús, cumpliendo sus mandamientos cumplimos la voluntad de Padre porque nos hacemos salvadores, junto con Jesús, de la humanidad. El amor es el mejor transmisor de la experiencia, que cada uno puede tener, del Padre, de su relación con Jesús y con Él.

Respondamos al amor con el que somos amados amando a los demás. Agradecidos con Dios por tanto hagamos su voluntad. Demos frutos, salgamos de nosotros y permanezcamos en Jesús con fe que será refugio seguro en los momentos difíciles.

Con mi bendición:

P. Jaime Alberto Palacio González, ocd.