PARA ESTA SEMANA MAYO 8 DE 2017
“Yo he venido para que tengan vida y la tengan abundante”
Mis queridos amigos de santa Teresita, de san José, del Carmen de La Habana, del Carmelo de Quito, de Carmelitas de Cúcuta y de tantas partes del mundo. Un abrazo cargado de bendiciones. Dios nos colme con su amor y nos regale la fuerza para vivir fielmente el proyecto de vida que hemos elegido y, sobre todo, que vivamos desde la experiencia del amor cada una de las dificultades que se nos pueden ir presentando en el día a día.
Celebramos hoy la fiesta del Buen Pastor, la fiesta de aquellos que sabiendo su misión se comprometen del todo con el cuidado de las ovejas; la fiesta de aquellos que con su paciencia, amor y sabiduría generan confianza y por eso las ovejas reconocen su voz, le siguen y están seguras que con él siempre tendrán abundantes pastos. Hoy es la fiesta de los que acaban identificándose tanto con su trabajo que a cada oveja la conocen desde la realidad que son, las llaman por su nombre, las cuidan y en los momentos complicados las cargan para que no desfallezcan. Hoy es la fiesta de aquel que por amor lo hizo todo así: nos conoce, nos llama por el nombre, nos ofrece alimento que no perece, nos lleva a pastos abundantes, nos carga en el cansancio y nos excusa, perdona y defiende ante la falta o pecado: Jesús.
Pero también puede ser tu fiesta y la mía en cuanto asumimos con responsabilidad y con amor, con abnegación y sacrificio, la misión porque todos somos parte de un rebaño y todos somos pastores de algún rebaño llámese hogar, trabajo, amigos, familia. Jesús es el buen Pastor, nosotros estamos llamados a ser parte de su redil y también a colaborar en la difícil misión de llevar al rebaño por caminos seguros. Por eso es necesario entrar, pasar, atravesar la puerta del corral, es decir por Jesús.
Quisiera que al menos por hoy, y mirando nuestros comportamientos y también las actitudes que tenemos con las personas que están a nuestro cargo o de aquellas que decimos amar, nos preguntemos si hemos entrado o no por la puerta grande, es decir, por Jesús mismo al rebaño. ¿O por dónde entramos? Y esto me lo pregunto porque precisamente parece que no somos o no nos sentimos pastores al estilo de Jesús. Muchos acabamos desconociendo lo que amamos, descuidando a las personas a nuestro cargo, dejando al asecho del enemigo a los más frágiles.
Ya a varios se les acabó o se nos acabó la voz que nos distinguía y que atraía al rebaño hacia pastos seguros. Si de pronto estamos así, viviendo esta realidad, el ejercicio que debemos hacer es doble: lo primero es volver a Jesús, pasar de nuevo por Él, llenarnos de su amor, de su ternura, sentir que somos salvados y lo segundo es que seamos pastores de aquellos que pasando la puerta que es Jesús, dan lo mejor de sí y están dispuestos a todo por el amor que sienten por la misión misma de apacentar el rebaño encomendado por Dios a cada uno.
¿Será que el daño que hacemos o el dolor que podemos generar es porque no entramos por Jesús, es decir por la puerta al rebaño o corral? Los invito a Jesús, los invito a entrar por la puerta, los invito a recuperar la voz que dulcemente y llena de autoridad conduce a la grey, los invito a ponerse de nuevo adelante del rebaño y volver a conducirlos por el camino correcto, a darles seguridad a quienes tenemos a nuestro cargo.
No hay más puertas, hay que regresar a Jesús. Él ha venido para que tengamos vida y la tengamos en abundancia. Procuremos salvarnos y no hagamos daño a lo que Dios nos regaló en el amor que nos tiene.
Con mi bendición:
P. Jaime Alberto Palacio González, ocd.