Estemos despiertos porque no sabemos el día ni la hora.

Mis queridos amigos de santa Teresita, de san José, del Carmen de La Habana, el Carmelo de Quito, Carmelitas Cúcuta y de tantas partes del mundo. Dios les conceda una semana colmada de bendiciones y que disponga nuestros corazones para la espera. Que siempre estemos atentos, preparados y sobre todo, dispuestos a recibir al Señor.

Que la espera no nos sorprenda sin el mínimo necesario para que cuando llegue el Señor, con alegría podamos ir a su encuentro y participar del banquete que el Padre Dios tiene preparado para cada uno de nosotros. La forma de responder a la invitación que nos hace el Señor es diferente, unos piensan que el encuentro no requiere preparación otros sí y eso marca la diferencia entre sensatos e insensatos, entre los que saben que la espera puede ser larga y lo que creen que es inminente cuando la verdad es que nadie sabe el día ni la hora.

El Reino de los cielos se hace presente cuando se da el encuentro con el Señor, para eso se nos invita a tomar las lámparas, disponer de lo necesario, tener las fuerzas, la paciencia y ponernos en camino. Preparados para esperar en la noche o en el día, en la alegría o en la tristeza. El aceite no debe faltar porque debemos estar siempre listos, no sabemos cuándo será el encuentro, cuándo será el paso del Señor y lo nuestro es iluminar el camino, verlo y entrar con Él al banquete de bodas.

Y aunque no sabemos el momento, cuando llegue, habrá un anuncio que alegrará el corazón, nos hará estar despiertos y ponernos en camino.

El Señor viene y nosotros salimos a su encuentro y es ahí donde el Reino de los cielos se hace realidad y fusión de amor. Estemos despiertos porque no sabemos el día ni la hora.

Que la espera no mate nuestra esperanza, que la noche no opaque la ilusión del día y del encuentro, que no perdamos las fuerzas para seguir luchando, que nuestro corazón esté siempre dispuesto para el encuentro con el Señor que ya llega. Las lámparas hacen referencia a la vida luminosa de los creyentes que se enciende para dar ánimo a los decaídos. El aceite es la imagen de la acogida y de la caridad, ese aceite es el que jamás debe dejarse apagar porque se convierte en el pase o boleto de entrada al Reino de los cielos, son los gestos personales que hace de cada uno alguien diferente que se va gastando sin apagarse. Alimentemos la lámpara con el aceite del amor, vivamos el momento con la ilusión de los que aman, demos luz a los demás. Perseveremos y seamos vigilantes.

Con mi bendición:

P. Jaime Alberto Palacio González, ocd.