PARA ESTA SEMANA NOVIEMBRE 13 DE 2017
Que el tiempo de espera esté lleno de aceite para que nunca nos falte la luz.
Mis queridos amigos de santa Teresita, de san José, del Carmen de La Habana, del Carmelo de Quito, de Carmelitas Cúcuta y de tantas partes del mundo. Un abrazo cargado de bendiciones y lo mejor para la semana que comenzamos. Dios nos cuide y ayude a dar lo mejor de cada uno cada momento de la vida.
El tema de estar preparados, de vivir atentos, de pensar un poco más en el encuentro definitivo con el Señor, de nuevo aparece en el texto del Evangelio con el que nos encontraremos este domingo (Mt. 25, 1-13) y es que esto de vivir para Él, de estar preparados para el encuentro es de todos los días, de todas las horas; es de quien en realidad quiere estar con Él, caminar con Él, estar en su banquete de bodas. Eso de hacer las cosas a medias, eso de pensar que hay un mañana asegurado, eso de dejar para después lo que hay que hacer, no cabe dentro de la experiencia de la vigilancia, del estar atentos. “Nadie sabe el día ni la hora” por eso hay que alumbrar el camino, hay que ser luz en la tiniebla y nunca perder la esperanza.
Nosotros deberíamos vivir siempre con esa “santa ansiedad” que produce la espera de un ser amado. Que cuando Él llegue estemos haciendo lo que debemos hacer y con la suficiente luz y fe para este encuentro. Lo que más se parece al Reino de los cielos son las diez doncellas que tomaron sus lámparas y salieron a esperar al esposo. De entrada, todos invitados a la boda. Todos con las mismas capacidades y oportunidades de proveernos, la idea está en que nada nos falte en la vida mientras Él llega. Que el tiempo de espera esté lleno de aceite para que no falte la luz.
En esto del Reino propuesto para todos encontramos todo tipo de personas. Las sensatas y las que no. Las precavidas y las que no. Las que duermen pensando que mañana llegará y las que estás siempre vigilantes porque saben que mañana es hoy. ¿Nosotros qué tipo de personas somos?
De la parábola debemos aprender a que estar atentos significa también “no dejar nada”, que las cosas no se nos vayan quedando pensando que luego podremos hacer algo, devolvernos. Y lo cierto es que la muerte no da posibilidades.
Este encuentro es en un instante; el instante de la vida en el que todo se ilumina, en el que la puerta se abre para que sigamos o en la que se cierra dejándonos fuera de un proyecto de felicidad que se llama Reino y se funde con la eternidad.
El que sabe esperar es precavido, no echa la culpa que los demás son egoístas, que no los ayudan y que por eso entonces no pueden entrar a la fiesta de bodas del esposo. Los precavidos llevan lo necesario para que no les falte lo básico; tratan de no dejar nada inconcluso en el día de la partida. Hay que velar, saber esperar. No lleguemos tarde, la oportunidad es una.
La vida nos ha dado la posibilidad de hacer las cosas bien, de convertirnos, de tener la lámpara y el aceite necesario. No dejemos cosas inconclusas, cosas pendientes y mucho menos en lo que tiene que ver con la experiencia de Dios, con el proyecto del Reino. Jesús pasa, pasará y seguirá pasando. Si aún no estamos listos apresurémonos, concluyamos procesos y esperemos con ansias el Señor para que en el día preciso, las puertas se nos abran y no seamos “extraños” al Señor.
Con mi bendición:
P. Jaime Alberto Palacio González, ocd.
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