Vendrá un tiempo…
Mis queridos amigos de santa Teresita, de san José del Carmen de La Habana, del Carmelo de Quito y de tantas partes del mundo, mi saludo con los mejores deseos de paz y bien en el Señor que a través de grandes signos nos expresa la necesidad que tenemos de tomarnos la vida en serio y así mismo de tomar en serio la vida de los demás.
Siempre atentos, siempre dispuestos, siempre dignos para que cuando Él llegue tengamos la cabeza levantada para poder mirarle a los ojos y decirle: te hemos amado también en los demás.
Existe en la comunidad cristiana un dato: el Señor volverá. No sabemos cuándo pero habrá un momento final de la historia de la humanidad y el que por ahora se anticipa en la muerte. Un momento en el que las cosas volverán a ser en Jesús como lo fueron al momento de la creación: “todo fue creado por Él y para Él”. Y todo debe ser recapitulado. Por eso la preocupación actual de cada uno debe ser la de estar atentos y hacer las cosas bien y en el momento oportuno porque mientras llega el final de la historia puede llegar el nuestro.
Vivimos con la certeza del amor de Dios y la seguridad que todos estamos llamados a la salvación, será el Señor mismo el que nos congregará y hará de nosotros un solo pueblo en el amor; esta certeza del amor es la que hace que toda la fuerza de la vida la pongamos en el momento presente; es ahora que debemos darlo todo y es ahora que debemos estar preparados; que cuando el Señor quiera regresar nos encuentre dispuestos.
Nada es tan seguro como lo pensamos o creemos; todo en la experiencia de Dios, se descubre como temporal, efímero, en el sentido que todo depende de Él, de sus tiempos, de su actuar. El hombre por más soberano que sea, por más grande que se crea y por más presuntuoso que viva, depende, en su vida, en esta vida, de Dios; estamos en las manos del Señor. No hay que olvidar esa realidad y eso debe llevarnos a sentimientos de humildad y de servicio.
Aprender a vivir en Dios y para Dios; aprender a vivir el presente para el futuro eterno; aprender a ser sensibles con las realidades del mundo y de nuestros seres cercanos; con la humanidad. Ser fieles al Señor siempre y para siempre es lo que encierra la verdadera felicidad de todo aquel que tiene su corazón en Dios.
Llegará el momento de la verdad, el momento en el que todos daremos cuentas y en el que los pobres, los que han sufrido injusticias, los perseguidos, los que hemos acusado injustamente, acosado con intereses de explotación, los que hemos humillado y hasta maltratado; cuando llegue el momento, estas personas serán las que nos juzguen y nos hagan sentir incómodos. Habrá un momento en el que tendremos que sanar heridas, reclinar la cabeza, pedir perdón, momento en el que tendremos que volver sobre nuestro corazón y vaciarlo de todas las realidades que son expresión del desamor y que se hicieron palpables en la vida, en esta vida.
No perdamos pues la esperanza, no nos desanimemos en la búsqueda del bien y de la verdad así hayan persecuciones, injusticias o sufrimientos. Dios no nos olvida, Dios da tiempo pero el tiempo se acaba. El Reino de los cielos es de los pobres, de los humildes, de los mansos y los limpios de corazón serán los que verán a Dios. Vivamos pues el espíritu del Evangelio, de las bienaventuranzas y que la fe, la esperanza y amor motiven nuestra existencia.
Con mi bendición:
P. Jaime Alberto Palacio González, ocd