Somos el regalo de Dios para la humanidad

Mis queridos amigos de santa Teresita, de san José, del Carmen de La Habana, del Carmelo de Quito, Carmelitas Cúcuta y de tantas partes del mundo. Mi saludo con los mejores deseos de paz y bien en el Señor. Que la semana que comenzamos esté colmada de bendiciones y que cada talento que hemos recibido del Señor nos ayude a tomar conciencia del reto que tenemos: estamos llamados a darnos, a entregar la vida, que Dios sea el protagonista de lo que hacemos en favor de los demás.

A cada uno el Señor ha enriquecido con sus bienes, a cada uno, según la propia capacidad y necesidad; lo recibido por Dios debemos entender que es la mayor riqueza que tenemos. Somos ricos para dar, el don es para hacerlo producir y nunca debemos olvidar que somos parte de un cuerpo en el que cada miembro es importante, que participamos del Reino y que lo nuestro es perder la vida para ganarla, hacerse
pequeño para ser grande y amar como Jesús nos amó.

Somos servidores; estamos al servicio del Señor, esto es, del Reino, de la Palabra.

Jesús nos llama para dejarnos en herencia a los que Él amó hasta el extremo. Somos su regalo para la humanidad. Servir a los demás, hacer que el talento produzca, es la forma que tenemos de hacerlo presente en el mundo. Enriqueciendo la experiencia de Dios, procurando amar siempre, a todos y en cualquier lugar, multiplicamos los dones de Dios. Existimos para algo y en el amar está el sentido de nuestra existencia y de lo que tenemos. Todos estamos en capacidad de darnos, todos podemos potenciar lo que Dios nos ha dado. Todos estamos llamados a amar y gastar la vida.

Un talento lo es todo, es lo que necesitamos para darnos, para que invirtamos y hagamos crecer la experiencia de Dios en el mundo.

Un talento nos enriquece, nos da fuerza, nos invita a luchar; por eso lo contrario a la experiencia de Dios es el miedo, el dejar que se pierda; que el miedo al Señor no nos lleve a enterrar la riqueza que Él ha puesto en nuestras manos. La gente necesita de nuestro amor, de nuestra riqueza, de las cosas que tenemos y que ayudan a crecer y a multiplicar la experiencia de Dios en medio del mundo. Dios quiere entregarse, quedarse en cada uno y desde cada uno seguir siendo en el mundo conocido y amado. Seamos fieles a Dios, trabajemos por Él, vivamos en la esperanza de participar del banquete del Reino. Pensemos en las cosas buenas que Dios nos ha dejado; evaluemos sobre lo que hemos hecho con los talentos en nuestra familia. Estamos a tiempo de responder, de trabajar por el Reino. Estamos invitados a ser fieles. Lo poco o mucho es el amor.

Amemos.

Con mi bendición:

P. Jaime Alberto Palacio González, ocd.