CONGREGACIÓN DE MISIONEROS OBLATOS DE LOS CORAZONES SANTÍSIMOS

PARA ESTA SEMANA: NOVIEMBRE 2 DE 2015.

«Amigos fuertes de Dios»
Mis queridos amigos de santa Teresita, de san José, del Carmen de La Habana, del Carmelo de Quito y de tantas partes del mundo. Mi saludo cordial con los mejores deseos de paz y bien en el Señor que en su amor y bondad nos ha elegido para ser santos y nos ha dado la fuerza del amor, en el Espíritu Santo, para que lo seamos. Que todos volvamos a Dios para que desde Él vivamos la realidad para la que fuimos creados.

El ser santos es una opción realizable para todo ser humano, tenemos los elementos, las herramientas, los dones del Espíritu, “la madera” divina, la casta.

Ser santos, en el fondo, es dejar que Dios sea Dios, es permitir que fluya la fuerza del amor que tenemos en el corazón, que salga la fuerza del Espíritu para dar lo mejor de cada uno. La santidad tiene qué ver conmigo, con mi relación con Dios y con los demás.

La santidad es una manera de ser y de actuar que ayuda a que el mundo gane en experiencia de Dios. Es un manantial que brota desde el corazón enamorado de Dios para fecundar la tierra, para saciar el hambre de la humanidad que muere por causa de unos pocos que piensan que en el dar se pierde y por eso construyen graneros para almacenar, perdiendo la conciencia que algún día ya no serán más, ya se acabarán sus graneros.

La santidad es un manantial que va dando vida y permite oxigenar los espacios tan saturados de ambición; tan llenos de egoísmo. La santidad es entonces la proyección más sublime del amor. El amor que le da sentido, sabor a lo que se hace y hasta lo que se piensa. Solo quien se entrega al amor de Dios que lo habita, quien se ama a ama a su prójimo, podremos decir que es santo, en cuanto que es capaz desde lo que es y ama, darse por entero y en fidelidad a las obras que dignifican la realidad humana.

El amor santo que solo mira a las personas desde el amor y que por eso es capaz de dar la vida hasta la muerte porque sabe lo que es la eternidad desde la tierra. El amor santo no anula o excluye a ninguno de un proyecto de salvación. A los buenos porque hacen ya parte del mismo y los exhorta a la confianza y al abandono en Dios; a la apertura porque no se puede ser buenos al margen de los pobres; y a los que no lo son (buenos) los exhorta a dejarse tocar el corazón por Dios para que en ellos vuelva a brotar el manantial del amor que tienen. La semilla está sembrada, la higuera está plantada, el fuego arde. Es tiempo entonces, como lo escribió santa Teresa de Caminar o también de “Ser amigos fuertes de Dios».

En esta celebración de todos los santos los invito a un reencuentro con el amor, con la capacidad de entrega y sobre todo a que tomemos de nuevo las decisiones que tenemos que tomar para que cambiando nosotros, llenándonos de la gracia de Dios, reavivando el fuego del Espíritu, cooperemos en la obra de la salvación. Nunca se nos olvide que hemos sido amados, elegidos y enviados también para anunciar la buena nueva y para hacer del anuncio obras que liberen a la humanidad de toda esclavitud.

Con mi bendición:

P. Jaime Alberto Palacio González, ocd.