PARA ESTA SEMANA NOVIEMBRE 4 DE 2013
Que Dios sea quien guie nuestra vida
Mis queridos amigos de santa Teresita, de san José, del Carmen de La Habana y de tantas partes del mundo, reciban mi saludo cordial con los mejores deseos de paz y bien en el Señor. Que Jesús nos encuentre perseverantes y que a todos aquellos que quieran desorientarnos, nosotros nos les demos la credibilidad aunque digan que ha tenido revelaciones o visiones del más allá. El que debe orientar nuestra fe es Jesús y lo que debe guiar nuestra vida como cristianos es sencillamente el amor que se traduce en servicio, compasión y entrega.
Como cristianos deberíamos preocuparnos los unos por los otros y hacernos serios propósitos de alimentar y cuidar la fe. Hay muchos oportunistas, muchos amigos de revelaciones y de visiones, muchos pregoneros de tragedias y desgracias que nos pueden desorientar y hacer tomar decisiones basadas en el miedo y no en el amor. Es verdad que nos falta más expresión en lo que creemos pero no por eso debemos perder la centralidad del mensaje del Evangelio que es el amor.
Y es que la idea como escribió san Pablo (2Tes 1, 11-2, 2), es que nosotros llevemos todos una vida conforme o digna al llamamiento que hemos recibido, que nuestra fe sea, por la gracia de Dios, eficaz para obrar el bien. La vida de los cristianos está llamada a honrar a Jesús. Es decir, hagamos de la propia vida la vida de Jesús y que en todo estemos expresando la fe que profesamos.
Sigamos luchando todos juntos por hacer del cristianismo no un fenómeno de masas y una lucha de poderes por quien más congregue o tenga escenarios enormes para albergar personas para la alabanza.
De templos, de iglesias, de centros de culto estamos llenos pero de hombres y mujeres comprometidos con el amor, con la paz; dispuestos a darlo todo y a enamorar de Dios, estamos vacíos. Estamos llenando todo de signos de la presencia y del poderío de Dios pero no hemos dejado que sea Dios el que guie y lleve adelante, por medio de nosotros su vida y su voluntad.
Dios nos ha mostrado que sale a nuestro encuentro, que pasa por nuestras vidas y que quiere quedarse en nuestra casa; que quiere cenar y compartir nuestra intimidad de familia y de amigos. Jesús nos ha revelado la importancia y el papel fundamental que tiene en nosotros el amor. Ese amor que es capaz de abrirse en donación y en bondad hacia los demás.
Ese amor que nos da la fuerza para ser capaces de vivir en humildad, de ser sencillos y acogedores del don de Dios para los demás. Pero Dios también se ha encontrado, como nosotros mismos lo hemos experimentado, que el gran tropiezo que haya la felicidad, la plenitud, la eternidad, somos los mismos humanos. Cuando dejamos que el egoísmo reine en nuestra vida, cuando permitimos que el rencor ocupe gran espacio en el corazón; cuando la vida la llenamos de ambiciones, entonces se nos hace muy difícil caminar hacia los bienes celestiales.
Con un poco de generosidad, de amor, de alegría, de paz. Con un toque de autenticidad, de centralidad, de humildad, haríamos de este mundo un cielo; ese lugar donde Dios puede complacerse en la medida que nosotros vivimos en la intimidad del amor lo que cada uno es y significa ser amado y respetado.
Termino con la misma súplica de la oración colecta para el domingo 31 del tiempo ordinario “Dios omnipotente y misericordioso, cuyo favor hace digno y agradable a ti el servicio de tus fieles, concédenos correr sin tropiezos hacia los bienes que nos prometes”
Con mi bendición:
P. Jaime Alberto Palacio González, ocd
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