Orar siempre y sin desfallecer
Mis queridos amigos de santa Teresita, de san José, del Carmen de La Habana, del Carmelo de Quito, Carmelitas Cúcuta y de tantas partes del mundo. Mi saludo con los mejores deseos de paz y bien en el Señor que nos invita a la perseverancia en la oración. Dios está dispuesto a ayudarnos, nos escucha y sale en defensa ante todo aquello que puede hacernos daño. Que sea una semana para intensificar nuestra oración.
Orar siempre y sin desanimarse; mantener con el Señor esa relación que llena de certezas la vida; orar tratando con Dios como con el amigo ante el cual podemos presentarnos tal y como somos porque Él nos conoce. Para llenarnos de fuerza y seguir adelante, orar. Para sentir fortaleza en los momentos de debilidad, orar. Si necesitamos sentir el consuelo cuando estamos tristes, orar.
Orar siempre y sin desanimarse porque Dios siempre está para nosotros.
El Señor es bueno, es paciente. Es nuestra defensa. En la oración, que es ese diálogo de amistad, descubriremos el verdadero rostro amoroso del Padre que en todo supera la justicia que cualquier juez puede impartir. Orar es abrir el corazón que lleno de confianza se acerca al verdadero amor. Orar para entender, orar para entendernos. Pasar momentos intensos con el amor, mirarlo, suplicarle, darle gracias o sencillamente estarse ahí con Él en el silencio y soledad de los enamorados que saber que siempre el uno está para el otro.
Orar sin desanimarse, pedir aunque parezca que no somos escuchados. Perseverar en la oración es fundamental; oramos la vida, lo que sentimos, sufrimos y anhelamos. La oración es el espacio, el tiempo que necesitamos para llenar de ilusión la espera. La oración nos da la fuerza para superar la prueba, el dolor y hasta el mismo sinsentido de las muchas cosas que vamos viviendo.
Es en la oración que Dios se nos hace cercanos y nos muestra que Él nos acompaña y fortalece. Los miedos, en la oración, desaparecen porque Dios se nos muestra como amor que nos habita. Alimentemos la fe, cuidémosla y permitamos que fluya, por la fe, cada cosa buena que tenemos en el corazón. La fe nos acerca a Dios de tal manera que nos hace sentir hijos. Que la fe no se acabe.
Con mi bendición:
P. Jaime Alberto Palacio González, ocd.
Fuente: https://parroquiacarmelitascucuta.com
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