PARA ESTA SEMANA OCTUBRE 23 DE 2017
Cuidado con darle al César lo que es de Dios.
Mis queridos amigos de santa Teresita, de san José, del Carmen de La Habana, del Carmelo de Quito, de Carmelitas Cúcuta y de tantas partes del mundo. Un abrazo y lo mejor para la semana que comenzamos, que sea una semana de bendiciones y que cada día se convierta en una oportunidad para dar lo mejor de cada uno a las personas con las que compartimos.
Este domingo nos encontramos con el Evangelio de Mateo (22, 15-21) en el que unos discípulos de los fariseos hacen unas afirmaciones desde lo que han visto y escuchado de Jesús: dicen que es sincero, que enseña el camino de Dios conforme a la verdad, no mira lo que la gente sea. Afirmaciones todas que complementan nuestra fe y nos llevan a confiar cada día más en Él.
De todas formas, hay un dato curioso, que sabiendo quién es y qué hace Jesús, quieren acusarlo, encontrar razones para condenarlo, quieren quitarlo de en medio. Jesús les es molesto, no soportan que la gente le siga y le crea, eso les quita tal vez poder y autoridad. Así mismo nos pasa cuando nos obsesionamos con las personas. En el fondo no nos importa el bien que hacen, la verdad que hablan, la enseñanza que dan. Hay que tener cuidado y no tratemos de acabar con el bien, arrancar la buena semilla, opacar la experiencia de Dios solo por nuestra terquedad y necesidad. Me asustan los dueños de la verdad y más cuando se creen los dueños del pensamiento, del corazón, del amor y de la misericordia de Dios.
Muchas personas siguen tentando a Jesús; están preocupadas porque se hace el bien, porque se ama, por la bondad, por la vida, por esas cosas que son tan de Dios y tratan de “acabarlo” lo quieren tentar para derribarlo, para tener de qué acusarlo. Muchas personas solo se dedican a hablar mal de Dios para hablar bien de otras cosas que son contrarias a la vida, al proyecto de Dios.
Y lo más triste es que también mucha gente, cuya fe no ha sido fuerte, va acabando en su vida con la experiencia de Dios, le van cerrando espacios en el corazón y acaban dando gloria a las personas, a las propias ideas o a los que ahora mismo se apoderan de la verdad y quieren comprar, con algunas obras buenas que hacen en favor de los demás, la presencia de Dios. Ojo con quitarle a Dios lo que es Dios. Ojo con darle al César lo que le es esencial a Dios, a la experiencia de su amor.
A Dios hay que darle lo que le pertenece: nuestro buen obrar y nuestros principios están por encima de la legislación. Dios es la vida y aunque del César pueda ser el aborto lo mío es lo de Dios. De Dios es la bondad, la ternura, el servicio. De Dios es el amor, la misericordia y toda obra buena que llena de alegría el corazón. No dejo de ser de Dios si acato y acojo las normas de la sociedad, del César, pero dejo de ser de Dios, cuando le quito a Él (Dios) para darle al César mi capacidad de amar, de vivir en valores del Evangelio.
Cuando empeño mi verdad por complacer la mentira de los demás.
Que en esta semana nosotros entendamos que a Dios “debemos pagarle”. Son muchas cosas por agradecer, son muchos los detalles que Él ha tenido, muchos sus gestos de amor y grandes los momentos de encuentro y de misericordia. Pagarle es ir y hacer con los demás lo que Él hace con nosotros. Que nos perdona, perdonemos; que nos acoge, acojamos; si nos ama, amémonos los unos a los otros. A Dios se le paga en cada gesto de amor y de acogida que tenemos con los demás.
Con mi bendición:
P. Jaime Alberto Palacio González, ocd.
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