CONGREGACIÓN DE MISIONEROS OBLATOS DE LOS CORAZONES SANTÍSIMOS

PARA ESTA SEMANA OCTUBRE 31 DE 2021

PARA ESTA SEMANA OCTUBRE 31 DE 2021

Amar a Dios y hacer del amor una práctica de vida.

Mis queridos amigos de santa Teresita, de san José, del Carmen de La Habana, del Carmelo de Quito, Carmelitas Cúcuta y de tantas partes del mundo. Un abrazo cargado de bendiciones. Que Dios siga siendo el amor que mueve nuestras obras de bien.

En el Evangelio para este domingo (Mc. 12, 28-34) se nos habla del principal, el más importante de los mandamientos.

Amar a Dios sobre todo y con todo lo que somos; amarlo con el alma, con el corazón, con todo el ser y amar al prójimo como a uno mismo. Conozco a muchas personas que aman a Dios pero que poco lo involucran en la cotidianidad de la existencia; lo aman, pero lo marginan de sus compromisos, de los amigos, de la familia. El amor a Dios para muchos es un patrimonio de casa o del templo o de ciertas celebraciones y así también podría ser amar a Dios el “visitarlo”, hablarle, verlo, pedirle… y cumplir con cosas, que se piensa le dan alegría; pero lejos estamos de lo que realmente significa amar a Dios.

Desde la experiencia de Jesús en el Evangelio, el que realmente ama a Dios, ama también su familia, su Hijo y al Espíritu Santo; el que realmente ama a Dios ama a sus hijos partícipes de la filiación divina gracias a la redención obrada por Cristo. Amar a Dios entonces tiene que ver con amar a Cristo y aceptar su enseñanza que es divina. Sus Palabras y acciones son actos de amor del Padre a la humanidad.

Quien ama a Jesús entiende que haciendo el bien a los demás, reconociendo la dignidad y grandeza de las personas, siendo acogedores, misericordiosos, serviciales, generosos así ama a Dios que es Padre de todos y en su perfección nos cuida, protege y hasta viste, alimenta y acompaña. Dios es amor y quien ama a Dios permanece en su amor, cumple sus mandatos y descubre que la gran obra de la humanidad está en el amar a los demás para juntos construir el Reino.

Y esto no es solo de saberlo, de entenderlo, de aceptarlo; el asunto está en practicarlo.

Ejercer la caridad, dejar que se despliegue en detalle, que se llene de matices de alegría y de perdón. Santa Teresita lo tenía muy claro: ella sabía que había que amar a Dios y al prójimo y por eso se propuso poner por obra la caridad, el amor y encontró que el ejercicio de esta, como escribe San Pablo en su segunda carta a los Corintios, implica la paciencia, comprensión, servicio. Disculpar, olvidar. Amando nos hacemos semejantes a Dios que ama a sus semejantes porque son su imagen y semejanza, esencia que no se pierde con el pecado.

Amando, haciendo el bien, así estamos en el Reino de los cielos. No nos quedemos fuera, no nos quedemos cerca; entremos. Hagamos el proceso de la conversión y abramos el cofre del corazón donde tenemos el amor de Dios, su Espíritu que nos lleva a descubrirnos en Jesús hijos amados y redimidos llamados al amor. Dios nunca nos pedirá lo que nosotros no podamos dar. Entrar al corazón es hacer memoria de la historia de amor y de fidelidad que Dios ha protagonizado con cada uno de nosotros.

Vamos a encontrarnos de nuevo como seres de amor, plenos de amor, manantiales de amor. Vamos a sentirnos amados por Dios que nos desborda en su amor y que nos lleva a mirar la vida desde su corazón. Dejando que el amor brote del corazón, con la libertad, fidelidad y belleza del amor de Dios nos amaremos y seremos amor para los demás.

Con mi bendición:

P. Jaime Alberto Palacio González, ocd.

Fuente: http://ow.ly/KDgs50Fe8gz

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