Mis queridos amigos de santa Teresita, de san José, del Carmen de La Habana, del Carmelo de Quito, Carmelitas Cúcuta y de tantas partes del mundo. Mis saludo que va cargado de buenos deseos para cada uno. Pido al Señor les conceda la salud y la paz y los invito a acercarse con fe al Señor que pasa por nuestra vida y está dispuesto a transformarla de manera que naciendo del Espíritu seamos hombres nuevos.
Jesús lleva consigo la vida, la sanación, la libertad. Al fin de cuentas Él es el Salvador, el Hijo de Dios; el restaurador de nuestras vidas y de nuestra relación con el Padre Dios. A Jesús le buscan 10 leprosos que saben que ha de pasar por donde ellos habitan. Marginados, viviendo con la condena de ser “impuros” por su enfermedad.
Hombres sin derechos y con la obligación de vivir lejos de los caminos, de proclamar su impureza y de vivir de la propia miseria. Por eso no pueden dejar pasar de largo a Jesús que viene a encontrarnos en el lugar del dolor, de la miseria, del abandono. Los leprosos salen a su encuentro y le gritan “ten compasión de nosotros”.
Y mientras muchos ignoran a los leprosos y pasan de largo Jesús se detiene ante sus súplicas, los ve y les habla. Les da un mensaje de esperanza, la noticia que ellos habían esperado de Dios durante años: “vayan a presentarse a los sacerdotes” lo que en el fondo significaba: vuelvan a la vida, vayan a que los certifiquen como libres de lepra, comienzan la nueva vida.
Y a la petición, le siguió la curación: el momento más feliz, importante y grandioso de las vidas de los leprosos que con fe le suplicaron al Señor. Ellos creyeron en la Palabra de Dios, pronunciada por Jesús, se pusieron en camino con la certeza de que quedarían sanos. Solo uno regresa a dar las gracias, uno al que la fe no solo le ha curado sino que también le ha salvado. Regresa seguramente porque entiende que Jesús no solo es quien sana físicamente sino que también sana interiormente, lo salva. Jesús lo ha restaurado en la totalidad del ser, lo hace hombre nuevo.
Los otros nueve no sabemos si regresan luego, ellos fueron curados mientras que el que regresa ha sido también salvado. La fe puesta en Dios los ha curado. Aprendamos del leproso que regresó para agradecer al Señor por todo lo que hace.
Salgamos nosotros también al borde del camino, vayamos al encuentro de Jesús y pidámosle con fe que sane la lepra que nos va consumiendo interiormente, que nos margina de los demás y que hacen de muchos de nosotros despreciables a los ojos de los hombres.
Con mi bendición:
P. Jaime Alberto Palacio González, ocd.
Fuente: https://parroquiacarmelitascucuta.com
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