PARA ESTA SEMANA SEPTIEMBRE 15 DE 2019
Fuera del corazón del Padre estamos perdidos.
Mis queridos amigos de santa Teresita, de san José, del Carmen de La Habana, del Carmelo de Quito, Carmelitas Cúcuta y de tantas partes del mundo. Una feliz semana para todos. Dios colme de bendiciones cada uno de sus proyectos y sobre todo despierte en nosotros la conciencia de sabernos amados, encontrados para seguir siendo partícipes de la historia de salvación que Dios quiere seguir escribiendo con cada uno de nosotros.
El Evangelio de Lucas en su capítulo 15 nos muestra a Jesús que acepta a los pecadores, come con ellos. Jesús representa el amor que se acerca, que busca, que se abaja. El amor que rescata, que espera que sigue creyendo. Jesús es el amor del Padre, la buena Noticia: Dios nos ama y ha venido a sanar nuestras heridas, a darnos vida nueva y hacernos capaces, desde el amor, de hacer el bien; de amar.
En el corazón de Jesús estamos los pecadores, allí encontramos la fuerza para convertirnos y volver a los caminos de Dios
En el corazón de Jesús está la vida que se entrega y el bálsamo que necesitamos para refrescar la sequedad que deja el pecado.
Muchas veces nuestras decisiones erradas causan un profundo dolor en las personas que nos aman y que siempre esperan los mejor de cada uno. Decisiones libres pero tomadas sin discernimiento en cuanto implican a persona cercanas que luego serán, las que seguramente nos tiendan la mano, nos acojan y se alegren de nuestro cambio o de nuestro regreso como lo hace Dios con cada uno de nosotros. Cada que nos perdemos alguien nos está buscando.
Hay personas que, aunque físicamente el pecado no los aleje están lejos de sus seres queridos, le han abierto espacio a la ambición, le dan lugar a las envidias, están pendientes de los demás para reclamar sus derechos de ser amados sin ser conscientes de que son amados, importantes y fundamentales para Dios, para sus seres queridos. Hay dolor porque de este tipo de personas no se esperan actitudes, palabras o acciones que nazcan del dolor que produce la envida o la ambición. Solo se espera que sigan la ley del amor misericordioso del Padre, que siempre han experimentado y conocido.
Sintámonos la oveja rescatada, la que por varias razones se había ido del rebaño y se había perdido.
Somos la oveja y estamos invitados no solo a dejarnos encontrar sino también cargar por el Señor. Somos el motivo de la alegría, somos la fiesta del amor y misericordia de Dios. También somos la moneda de gran valor por la cual Dios mueve su cielo para encontrarnos; somos el Hijo que algún día tomó la decisión de irse del corazón del Padre pero que un día cayó en cuenta que lejos del amor, lejos de la casa del Padre, lejos de Dios, todo era triste; todo era miseria y soledad.
La invitación de Dios es a la conversión, a una nueva vida plena de alegría y de paz. La invitación es a sentarse y reflexionar. Debemos tomar la decisión de volver.
Recordemos la dignidad de hijos, recordemos que fuera del corazón del Padre somos esclavos y miserables; recordemos que alguien nos busca y debemos dejarnos encontrar por el amor de quien en cualquier parte y circunstancia nos ama y está esperándonos para abrazarnos y fundirnos en su amor.
Y Dios busca a sus Hijos, los invita a entrar en la fiesta del amor. Los dos estaban lejos y los dos deben volver a la vida.
El amor de Dios no se agota en nuestras faltas ni pecados. El amor de Dios es clemente, compasivo, misericordioso y la misericordia de Dios es eterna.
Dejemos encontrar, sintamos de nuevo el amor. Entremos a la dinámica de la fiesta, del banquete de salvación que Dios nos ha preparado.
Con mi bendición:
P. Jaime Alberto Palacio González, ocd.
Más reflexiones del Padre Jaime Alberto Palacio González, ocd
Fuente: http://ow.ly/T8QE50waStw