CONGREGACIÓN DE MISIONEROS OBLATOS DE LOS CORAZONES SANTÍSIMOS

PARA ESTA SEMANA SEPTIEMBRE 2 DE 2018

PARA ESTA SEMANA SEPTIEMBRE 2 DE 2018

Seamos misericordiosos por dentro y amorosos por fuera.

Mis queridos amigos de santa Teresita, de san José, del Carmen de La Habana, del Carmelo de Quito, Carmelitas Cúcuta y de tantas partes del mundo. Mi saludo con los mejores deseos de paz y bien en el Señor que en su amor nos hace cada día más dignos y capaces de vivir el proyecto de santidad para el que fuimos creados. El Reino de Dios, centro del proyecto de santidad, necesita del amor y la bondad que cada uno tenemos para poner al servicio de los demás. Bien distinto al don de muchas personas, que con complejo de santos andan mirando, juzgando, condenando.

Pareciera que Dios ha delegado en los que se creen los dueños de la ley y de las normas, la función de juzgar sin antes saber el por qué el proceder de las personas.

Gente de la que también Jesús dice que son amigos de mirar la “paja” en el ojo ajeno sin antes haber mirado la viga del propio; personas a las que Jesús les aconsejó que no juzgaran para no ser juzgados o a las que con claridad les dijo que la media que ellos usen (en la misericordia) será la que el Padre Dios usará con ellos.

No podemos negar que la religión se nos llenó de normas, de preceptos; que en la religión las costumbres y las tradiciones se volvieron ley; que la persona pasó a un segundo lugar en cuanto al amor y que pasaron a primar los conceptos de bueno y malo por encima del de la misericordia y la compasión; hemos dejado de mirar el corazón por mirar las manos y hemos dejado el amor por observar la norma. Y no caemos en cuenta que muchos “malos” están cumpliendo la ley y que muchos “buenos” están siendo condenados por las normas y las costumbres.

Siento yo que Mc. 7, 1-8. 14-21. 21-23, que es el Evangelio propuesto para este domingo 22 del tiempo Ordinario, es una invitación para volver al corazón; para volver al ser humano y para reconocer en las personas la dignidad para tratarlas como se lo merecen: como hijos de Dios, amados y reconciliados en Jesús.

Y aunque lo humano sea divino no todo lo divino es humano. Dios conoce muy bien el para qué de la norma y ama al ser humano y en éste todas las capacidades que tiene de “convertirse” y de ser imagen y semejanza en su paso por la tierra; lo natural del ser humano es vivir en permanente relación con lo divino, con Dios y lo más “encantador” de Dios es su capacidad de hacerse cercano, amigo y compañero de lo humano.

Ha sido siempre una relación en la que Dios siempre cuenta con nosotros y que es precisamente por eso que no quiere que persona alguna sea despreciada o que sea mirada con “ojos” justicieros ignorando el corazón que contiene la propia vida.

El corazón es el lugar en el que anidan las cosas de Dios, pero también es lugar en el que el ser humano, cuando decide estar sin Dios, puede llenar de pecados y maldades.

Lo que hace puro un ser es el corazón limpio, ellos, dice Jesús verán a Dios. Los que no tienen corazón limpio están condenados a la soledad del pecado, del orgullo y al peligro de perder la vida por no querer tener en el corazón al que es la vida: Dios.

Los actos externos no siempre manifiestan lo que hay en el corazón, por aparentar podemos hacer muchas cosas, para no ser condenados podemos observar muchas normas, pero la verdad está en el interior, en el corazón. Por eso la invitación es a purificarnos, a llenar el corazón de Dios, es decir de amor. La invitación es a la coherencia, a la bondad y sobre todo a la misericordia. Seamos buenos por dentro y por fuera; misericordiosos por dentro y amorosos por fuera.

Seamos de Dios.

Con mi bendición:

P. Jaime Alberto Palacio González, ocd.

PARA ESTA SEMANA SEPTIEMBRE 2 DE 2018

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Fuente: http://ow.ly/8aZv30moWRl

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