Las razones para luchar se encuentran en el corazón. Ama y verás obras grandes.
Mis queridos amigos de santa Teresita, de san José, del Carmen de La Habana, del Carmelo de Quito y de tantas partes del mundo. Un abrazo para cada uno que lleva los mejores deseos de paz y bien en el Señor.
Última semana del mes para llenarla de alegría, paz y esperanza. Sigamos orando por la paz en el mundo y por la conversión de las personas que generan violencia con palabras o acciones.
Me inspiro para la reflexión de la semana del texto de san Pablo a los Filipenses en la que nos dice que la humildad generalmente nos lleva al reconocimiento de la grandeza y dignidad de la otra persona.
La humildad nos lleva a entregarnos sin presunción; el humilde sabe callarse, sabe esperar. Dichosos, bienaventurados los humildes porque ellos son los dueños de la tierra, la tienen como herencia. Al humilde tú mismo sabes que vale la pena darle porque cuando tiene se llena de generosidad, cuando se le ofende se llena de misericordia, cuando es humillado se llena de silencio. Porque el humilde en su mansedumbre sabe que es de Dios, que vive por Dios y que Solo Dios le basta.
Todo lo demás, todos los demás, son para amar, para llenarlos de amor; y además tiene bien claro que los demás no son la fuente ni el culmen del amor. El amor le es esencial a Dios y desde Él la persona humilde ama y se entrega.
De ser humildes nos hace capaces el Señor siempre y cuando nosotros permitamos que sea él quien llene, permee nuestra existencia.
Enamorémonos de Jesús porque si le amamos vivimos, en cada uno, su propia vida. Es Él quien vive en nosotros.
Cuando amo permito que la otra persona viva en mí, le entiendo desde lo que esa persona es y le acepto con toda su realidad y por eso soy capaz, por el amor, de hacer obras grandes. Como lo hizo y lo sigue haciendo Jesús. Que por amor a nosotros se despoja de su condición, se abaja y asume nuestra realidad humana para llevarla a plenitud. Se hace uno de nosotros menos en el pecado para podernos rescatar de esa realidad que tanto nos esclaviza (cfr. Fil. 2, 1-11)
Jesús por nosotros ser hizo muerte, fue juzgado como reo, como pecador; pero también por nosotros, para nuestra alegría y esperanza Dios lo ha resucitado y en su resurrección nos ha enseñado que siempre valdrá la pena luchar y entregarse por ideales nobles, de redención, que ayuden a la humanidad a alcanzar un mundo más justo.
Hechos, obras, quiere el Señor escribiría santa Teresa de Jesús. No son las palabras las que construyen un mundo mejor, no son los discursos los que alcanzan la paz.
Hay que abajarse, hay que encontrar en el corazón razones para luchar, para darse. Hay que llenar el corazón del amor de Dios para ser fuerte y poder comprometerse con el trabajo en la viña. Hay que ser perfectos como el Padre es perfecto.
A las personas que le han dicho no a Dios hay que tocarles el corazón con el ejemplo de vida, con la esperanza con la que se lucha y la coherencia con la se sufre. A los que dicen sí a Dios hay que llamarlos a la autenticidad. Este proyecto es de todos, es para todos.
Nosotros no sabemos quién ama más a Dios. Nosotros difícilmente conocemos el corazón de los demás. Nosotros no sabemos cuál sí o cuál no es de verdad.
Las apariencias de las personas, la falta de compromiso es lo que ha hecho que el Reino no sea creíble, que su proceso de fermentación de la masa sea más rápido.
Estamos jugando a ser buenos y eso no puede ser. Estamos jugando con Dios a ser cristianos y eso no puede ser. Que se te note Dios. Que se te vea el amor con el que le amas y que todo se traduzca en obras de misericordia.
El Reino es de los humildes y sencillos.
Con mi bendición:
P. Jaime Alberto Palacio González, ocd