Mis queridos amigos un abrazo cargado de bendiciones.
Jesús ha llegado a unas ciudades paganas a predicar el Evangelio.
Eran pueblos con otras creencias, pero eso no limita el anuncio ni acorta la misión que Jesús tiene. En esos territorios de paganos Jesús ha encontrado, en las personas, fe, lo que le ha permitido no solo ser acogido sino también hacer obras en favor de su pueblo. La salvación es para todos; Jesús sale al encuentro y enseña, sana, perdona. Hace sentir el amor del Padre que en Él se manifiesta. Y Jesús comienza a ser reconocido por la gente como Mesías y Salvador; como el que nos trae la sanación, la paz, la salud. En Jesús el Padre viene a nuestro encuentro. Jesús es luz, es Palabra del Padre. Jesús restaura en confianza al Pueblo. Dios se hace presente en los lugares en los que se pensaba que los había abandonado o condenado.
Encontramos a un sordo que es también tartamudo.
Jesús lo lleva aparte y lo sana. Le hace oír, le suelta la lengua. Ya no hay limitaciones en las relaciones con los demás. Jesús nos vuelve al mundo y nos quita todo sentimiento de marginación. Jesús ante cada uno de nuestros límites nos invita a la apertura. El encuentro con Él nos abre a la vida, nos abre a la gracia. Jesús tiene poder sobre nuestros males. El Señor no excluye a nadie de su proyecto, a todos nos muestra que desde Él es posible una vida nueva. Viene a encontrarnos, nos toca, nos llama a parte. Todo lo hace son delicadeza y a través de sus signos, de su cercanía, debemos entender que la vida nueva comienza. Que podemos regresar al mundo pero con los oídos abiertos, con el deseo de que la palabra sea clara y elocuente; para que cuando anunciemos entendamos que Jesús es la Buena Noticia que debe ser predicada.
Muchas veces nosotros, que conocemos del amor de Dios, que hemos escuchado hablar sobre Jesús y las obras que hace en bien de los demás, debemos ser esas personas que llevamos a los que necesitan de Dios a Jesús. Conocemos gente que sufre, que está marginada, que no vale para la sociedad y esas personas, como nosotros, necesitan quien les ayude a superar sus males, quien les restaure y les haga regresar a una vida plena de paz.
Nosotros debemos ser aquellos que acerquemos al Señor a los que por distintas circunstancias sufren, han dejado de escuchar y se han silenciado.
Somos discípulos y debemos hacer amar a Jesús.
Dios en Él es quien ama, restaura, sana, libera. Él es médico, mensajero de paz, pero también es quien con un toque delicado nos da la vida y la eternidad. Jesús pasa por nuestra vida, se acerca al dolor y la miseria humana y está dispuesto a salvar. Seamos aquellos que con el anuncio hacemos que Jesús sea conocido y amado.
Jesús todo lo hace bien. No tengamos miedo. Vayamos de su mano a lugares apartado y dejemos que nos toque, que nos hable. Con Jesús nos debemos abrir a una vida nueva, esa que Él anhela para cada uno. Digamos al mundo que Dios es bueno, que quiere nuestra salvación y que todo lo hace bien. Nunca el mal viene se su corazón. Él es amor.
Con mi bendición:
Jaime Alberto Palacio González, ocd.
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20. Coronilla de la divina misericordia
Fuente: P. Jaime Palacio
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