Yo no soy como me hizo el Señor, pero siento que debería esforzarme más para hacer un acto de soberbia que un acto de humildad. Porque la humildad es la verdad, y la verdad es que yo no soy nada, y todo lo que hay de bueno en mí, es de Dios.
Y a menudo desperdiciamos incluso lo que de bueno Dios puso en nosotros. Cuando veo que la gente me pide algo, no pienso en lo que puedo dar; sino en lo que no sé dar, y por eso muchas almas quedan sedientas, por yo no haber sabido darles el don de Dios.
Pensar que cada mañana Jesús hace el injerto de sí en nosotros, nos invade a todos, nos da todo, debería por tanto brotar en nosotros el ramo o la flor de la humildad. Viceversa, el diablo, que no puede insertarse en nosotros tan profundamente como Jesús, he aquí que hace florecer inmediatamente sus vástagos de soberbia. Esto no nos honra. Hay, pues, que luchar y esforzarnos por subir. Es cierto: no llegaremos nunca a la cima sin un encuentro con Dios. Para encontrarnos, nosotros debemos subir y Él bajar. Pero cuando ya no podemos más, entonces, al detenernos, humillémonos y en esta humildad nos encontraremos con Dios, porque Él baja al corazón humilde.
P. Pio de Pietrelcina
EPÍSTOLA DE SANTIAGO
CAPÍTULO 5
CAPÍTULO 5, 1-6
1 Ahora bien, vosotros, ricos, llorad y dad alaridos por las desgracias que están para caer sobre vosotros.
2 Vuestra riqueza está podrida y vuestros vestidos están apolillados;
3 vuestro oro y vuestra plata están tomados de herrumbre y su herrumbre será testimonio contra vosotros y devorará vuestras carnes como fuego. Habéis acumulado riquezas en estos días que son los últimos.
4 Mirad; el salario que no habéis pagado a los obreros que segaron vuestros campos está gritando; y los gritos de los segadores han llegado a los oídos del Señor de los ejércitos.
5 Habéis vivido sobre la tierra regaladamente y os habéis entregado a los placeres; habéis hartado vuestros corazones en el día de la matanza.
6 Condenasteis y matasteis al justo; él no os resiste.
CAPÍTULO 5, 7-11
7 Tened, pues, paciencia, hermanos, hasta la Venida del Señor. Mirad: el labrador espera el fruto precioso de la tierra aguardándolo con paciencia hasta recibir las lluvias tempranas y tardías.
8 Tened también vosotros paciencia; fortaleced vuestros corazones porque la Venida del Señor está cerca.
9 No os quejéis, hermanos, unos de otros para no ser juzgados; mirad que el Juez está ya a las puertas.
10 Tomad, hermanos, como modelo de sufrimiento y de paciencia a los profetas, que hablaron en nombre del Señor.
11 Mirad cómo proclamamos felices a los que sufrieron con paciencia. Habéis oído la paciencia de Job en el sufrimiento y sabéis el final que el Señor le dio; porque = el Señor es compasivo y misericordioso. =
CAPÍTULO 5, 12-26
12 Ante todo, hermanos, no juréis ni por el cielo ni por la tierra, ni por ningún otra cosa. Que vuestro sí sea sí, y el no, no; para no incurrir en juicio.
13 ¿Sufre alguno entre vosotros? Que ore. ¿Está alguno alegre? Que cante salmos.
14 ¿Está enfermo alguno entre vosotros? Llame a los presbíteros de la Iglesia, que oren sobre él y le unjan con óleo en el nombre del Señor.
15 Y la oración de la fe salvará al enfermo, y el Señor hará que se levante, y si hubiera cometido pecados, le serán perdonados.
16 Confesaos, pues, mutuamente vuestros pecados y orad los unos por los otros, para que seáis curados. La oración ferviente del justo tiene mucho poder.
CAPÍTULO 5, 17-20
17 Elías era un hombre de igual condición que nosotros; oró insistentemente para que no lloviese, y no llovió sobre la tierra durante tres años y seis meses.
18 Después oró de nuevo y el cielo dio lluvia y la tierra produjo su fruto.
19 Si alguno de vosotros, hermanos míos, se desvía de la verdad y otro le convierte,
20 sepa que el que convierte a un pecador de su camino desviado, salvará su alma de la muerte y = cubrirá multitud de pecados. =