¡ENSEÑA AL NIÑO A SER VALIENTE!
El valor no es la ausencia de miedo sino la conquista y superación del mismo.
El problema no es sentir temor sino dejarse dominar por él.
La solución es aprender a anularlo.
Si el niño siente miedo a la oscuridad, los mayores han de ayudarlo a salir de él, acompañándolo con cariño y dándole acogida para reforzar su seguridad, hasta que gradualmente adquiera fortaleza e intrepidez.
Es equivocada y perjudicial la actitud de quien acrecienta el miedo del niño, pues así estimula su inseguridad y fija su cobardía medrosa.
«Quien vive temiendo nunca se tendrá por libre».
Horacio, Epístolas, Lib 1, 16, v. 66
Tiberio López Fernández
CAPÍTULO 2, 1-3
Hermanos míos, no entre la acepción de personas en la fe que tenéis en nuestro Señor Jesucristo glorificado.
Supongamos que entra en vuestra asamblea un hombre con un anillo de oro y un vestido espléndido; y entra también un pobre con un vestido sucio;
y que dirigís vuestra mirada al que lleva el vestido espléndido y le decís: «Tú, siéntate aquí, en un buen lugar»; en cambio al pobre le decís: «Tú, quédate ahí de pie», o «Siéntate a mis pies».
CAPÍTULO 2, 4-7
¿No sería esto hacer distinciones entre vosotros y ser jueces con criterios malos?
Escuchad, hermanos míos queridos: ¿Acaso no ha escogido Dios a los pobres según el mundo como ricos en la fe y herederos del Reino que prometió a los que le aman?
¡En cambio vosotros habéis menospreciado al pobre! ¿No son acaso los ricos los que os oprimen y os arrastran a los tribunales?
¿No son ellos los que blasfeman el hermoso Nombre que ha sido invocado sobre vosotros?
CAPÍTULO 2, 8-12
Si cumplís plenamente la Ley regia según la Escritura: = Amarás a tu prójimo como a ti mismo, = obráis bien;
pero si tenéis acepción de personas, cometéis pecado y quedáis convictos de transgresión por la Ley.
Porque quien observa toda la Ley, pero falta en un solo precepto, se hace reo de todos.
Pues el que dijo: = No adulteres, = dijo también: = No mates. = Si no adulteras, pero matas, eres transgresor de la Ley.
Hablad y obrad tal como corresponde a los que han de ser juzgados por la Ley de la libertad.
CAPÍTULO 2, 13-17
Porque tendrá un juicio sin misericordia el que no tuvo misericordia; pero la misericordia se siente superior al juicio.
¿De qué sirve, hermanos míos, que alguien diga: «Tengo fe», si no tiene obras? ¿Acaso podrá salvarle la fe?
Si un hermano o una hermana están desnudos y carecen del sustento diario,
y alguno de vosotros les dice: «Idos en paz, calentaos y hartaos», pero no les dais lo necesario para el cuerpo, ¿de qué sirve?
Así también la fe, si no tiene obras, está realmente muerta.
CAPÍTULO 2, 18-22
Y al contrario, alguno podrá decir: «¿Tú tienes fe?; pues yo tengo obras. Pruébame tu fe sin obras y yo te probaré por las obras mi fe.
¿Tú crees que hay un solo Dios? Haces bien. También los demonios lo creen y tiemblan.
¿Quieres saber tú, insensato, que la fe sin obras es estéril?
Abraham nuestro padre ¿no alcanzó la justificación por las obras cuando = ofreció a su hijo Isaac sobre el altar? =
¿Ves cómo la fe cooperaba con sus obras y, por las obras, la fe alcanzó su perfección?
CAPÍTULO 2, 23-26
Y alcanzó pleno cumplimiento la Escritura que dice: = Creyó Abraham en Dios y le fue reputado como justicia = y fue llamado amigo de Dios.»
Ya veis cómo el hombre es justificado por las obras y no por la fe solamente.
Del mismo modo Rajab, la prostituta, ¿no quedó justificada por las obras dando hospedaje a los mensajeros y haciéndoles marchar por otro camino?
Porque así como el cuerpo sin espíritu está muerto, así también la fe sin obras está muerta.