Responsabilidad
Capacidad existente en todo sujeto activo de derecho para reconocer y aceptar las consecuencias de un hecho realizado libremente.
Fuente: Diccionario de la Real Academia Española
En la torre de control
Existen ciertas circunstancias en las que no podemos cumplir con nuestra responsabilidad. Por ejemplo, si enfermamos de gripe y no acudimos a la escuela o al trabajo, o si había demasiado tránsito vehicular y nos retrasamos para llegar a una cita. Esos casos resultan comprensibles y, simplemente, hay que explicar lo que ocurrió.
Pero hay otros en los que las personas cuentan con todo lo necesario para hacer lo que les corresponde y, no lo hacen. Esas personas se llaman desobligadas. Las consecuencias de esa actitud ocurren en dos sentidos: por un lado quienes los rodean dejan de tomarlas en serio y pierden la confianza. Por otro, las personas irresponsables son incapaces de ir dando una orientación a su vida. Se les olvida que son ellos, y no los demás, quienes construyen su destino. Ten presente que cada paso que des puede marcar un avance o un retroceso en la vida.
Viviendo el valor
El valor de la responsabilidad se relaciona con la idea de respuesta, y se ejerce cuando cada persona ofrece una actitud adecuada a las tareas que le corresponden. En algunos casos exige superar las dificultades necesarias para conseguir un objetivo. En su sentido más profundo se vincula con el respeto a los compromisos que hicimos con las demás personas y con la tarea de definir la dirección de nuestra propia vida.
Muchas cosas dependen de ti
Cada una de las personas que pueblan el mundo desarrolla sus propias tareas a diario. Éstas, como puedes ver a tu alrededor, suelen ser muy variadas: el albañil acude a la obra que está construyendo, el policía vigila el orden de las calles, el estudiante aprende en la escuela y en sus libros. Ser responsable significa hacerlas con excelencia, depositando en ellas nuestras mejores cualidades: lograr que la construcción sea segura y hermosa, procurar que las personas se sientan seguras al atravesar, aprovechar al máximo las clases que nos da el maestro.
Cuando nos pregunten de qué forma hemos cumplido con esas tareas, daremos una respuesta segura: pusimos todo nuestro empeño en ellas. Pero la responsabilidad también existe hacia adentro. La mayor tarea que tenemos como seres humanos es hacer algo brillante y valioso de nuestra vida. La reflexión nos permite verificar si lo estamos haciendo así, y orientar nuestro esfuerzo en el mejor sentido.
Para la vida diaria
- Ten claras tus obligaciones, acostumbra anotar a diario cuáles tareas desarrollaste ayer, y cuáles debes desarrollar mañana. Ordenarlas en un calendario vuelve todo más fácil.
- Reúne todos los elementos necesarios para cumplir con el objetivo propuesto. Si se trata de estudiar organiza bien tu material, si se trata de practicar un deporte, reúne el equipo necesario.
- Comparte las responsabilidades de los otros: tu contribución al quehacer doméstico será siempre bienvenida.
- Recuerda a los demás las responsabilidades que tienen para contigo. Si no reaccionan, llámalos amablemente a que lo hagan: «Te recuerdo que tú quedaste en regresarme tal objeto».
Por el camino de la responsabilidad
- Aprovecha el recurso más valioso que tienes: tu pensamiento. Antes de aceptar un compromiso piensa bien si puedes cumplirlo. Expresa tus dudas y solicita la información necesaria.
- No te «escudes» en los demás para cumplir una obligación. Aunque la ayuda de los otros es invaluable eres tú y sólo tú quien debe cumplir con lo que le corresponde.
- No sientas excesiva presión por el peso de tus obligaciones; aunque tarde o temprano debes cumplir con ellas, disfruta lo demás que te ofrece la vida: hay momentos para estudiar y otros para salir a divertirnos.
- Benito Juárez (1806-1872)
Conoce a Benito Juárez: el presidente responsable. (1806-1872)
A lo largo de su vida Benito Juárez encarnó los valores más importantes. Pero quizá el que llevó más lejos fue su sentido del deber. En 1858 llegó a la presidencia de la República, el cargo de mayor responsabilidad pública en todo un país.
Como mandatario legítimo tuvo que enfrentar los conflictos derivados de la Guerra de Reforma (1858-1861), cuando sus opositores políticos formaron un gobierno ilegítimo paralelo al suyo.
Al término de este conflicto hubo de soportar otro nuevo: la Intervención Francesa.
El avance de las tropas extranjeras que respaldaban al emperador Maximiliano lo obligó a salir de la Ciudad de México para defender su vida.
Frases
Ser hombre significa ser responsable. Implica sentirnos avergonzados al ver la pena que alguien no se merece. Implica sentirnos orgullosos por el triunfo de nuestros compañeros. Es, en cierta forma, saber que al colocar nuestra propia piedra, estamos contribuyendo a la construcción del mundo.
—Antoine de SaintExupéry
La protección de nuestro mundo humano se encuentra en el corazón humano, en el pensamiento humano, en la responsabilidad humana.
—Vaclav Havel
No somos responsables sólo de aquello que decimos, sino también de lo que no decimos.
—Martín Lutero
Todo lo que aumenta la libertad, aumenta la responsabilidad.
—Víctor Hugo
Los hombres que creen que todo está escrito evitan ser responsables.
—Jean-Paul Sartre
Ser adulto significa saber asumir una responsabilidad.
—Herbert George Wells
Una persona responsable tiene una actitud de estima y respeto para con su propia persona y aporta esos mismos valores a las tareas en que participa.
No puedes escapar a la responsabilidad de mañana evitándola hoy.
—Abraham Lincoln
No somos sabios al recordar nuestro pasado, sino al sumir la responsabilidad del futuro.
—George Bernard Shaw
La responsabilidad es el precio del éxito.
—Winston Churchill
Casi siempre la responsabilidad engrandece a los hombres.
—Stefan Zweig
El molde de la fortuna de cada hombre son sus propias manos.
—Francis Bacon
Por regla general los hombres deben poco a lo que son por nacimiento. La clave está en lo que ellos mismos hacen de su vida.
—Alexander Graham Bell
Si alguien piensa que no tiene responsabilidades es que no las ha descubierto.
—Mary Lion
Cuento: El aprendiz de brujo
En un inmenso castillo vivía un hechicero que se dedicaba al estudio de las fórmulas mágicas. No permitía que nadie fuera a visitarlo y sólo aceptaba la compañía de su joven ayudante, Daniel, un jovencito moreno y espigado que no entendía lo que hacía su maestro.
En una ocasión, el mago tuvo que salir a un largo viaje en busca de plantas para una fórmula secreta. Antes de partir le hizo recomendaciones a Daniel: no debía abrir la torre donde él trabajaba, ni tocar sus libros. También le encargó que limpiara algunas habitaciones del castillo.
—Es una gran responsabilidad, pero sé que podrás cumplirla —le dijo.
Los primeros días Daniel siguió las instrucciones. Pero dos semanas después comenzó a sentir fastidio por las tareas de limpieza. Así que una tarde subió a la torre. Sobre la mesa halló el libro con las anotaciones del mago. Emocionado por pensar podía ser un hechicero, se puso la túnica de éste y, subido en un banquito de madera, comenzó a leer. No entendía las palabras, pero las pronunció en voz alta sin darse cuenta que eran mágicas. De repente, la escoba y el balde se presentaron y se pusieron a sus órdenes.
Daniel se asustó un poco, pero pensó aprovechar la situación. Para limpiar tenía que cargar agua, y le daba flojera. Así que les dio instrucciones de hacerlo.
El balde y la escoba iban y venían, iban y venían. Después de algunas vueltas ya había agua suficiente y Daniel les pidió que no trajeran más. Pero como sólo entendían palabras mágicas no le hicieron caso y siguieron trabajando.
Al cabo de un rato el agua cubría el piso y corría escaleras abajo. Llenó las habitaciones e inundó el castillo pero el balde y la escoba no se detenían. El líquido le estaba llegando al cuello y los objetos del laboratorio flotaban a su alrededor. “¡Auxilio!” gritó el joven aprendiz.
En ese instante apareció el brujo. Vio lo que estaba pasando y pronunció las palabras necesarias para resolverlo. El hechizo se detuvo y pronto todo estuvo bajo control. Instantes después el mago reprendió a Daniel: “Antes que aprender magia y hechicería, tienes que aprender a cumplir con las responsabilidades que se te encomiendan”.
—Adaptación de la balada El alumno de magia de Johann Wolfgang von Goethe.
Cuento: Una visita al mago del ahorro
Ana es una niña que recibe de su mamá diez pesos para gastarlos en su escuela. De ese dinero, ella ahorra la mitad todos los días, lo guarda en su alcancía, por lo que al final del año ¡tiene mil! ¡Es rica! Pero, para Ana, tener tanto dinero es un problema que resolver, pues se pregunta qué hacer con él. Quiere comprarse tantas cosas y al mismo tiempo no gastárselo todo. Desea comprar los caramelos de colores que tanto le gustan, la muñeca de trapo que venden en la tienda de la esquina y visitar a su abuelo a quien ve tan poco por vivir tan lejos.
Esta situación llegó a oídos del Mago del Ahorro quien, sin más, tomó su varita mágica y voló a visitar a la niña. Al llegar le dijo:
—Hola Anita, vengo a darte consejos para que planees bien cómo gastar tu dinero, pero también cómo seguir ahorrándolo.
—¡Tú sí me comprendes, Mago!— exclamó la niña, entusiasmada.
—Sé exactamente a lo que te refieres —respondió divertido. —Quieres saber cómo emplear tu dinero sin gastarlo todo, es decir, planear bien qué hacer con tus ahorros.
Entonces, dio un giro a su varita, hizo aparecer un lápiz y una libreta y escribió:
—¡Esta es la fórmula mágica! Puedes ahorrar de tres formas: a corto, mediano y largo plazo. A corto plazo significa ahorrar en periodos breves para adquirir algo barato, como los caramelos que tanto te gustan. A mediano plazo es ahorrar en periodos más o menos largos para comprar algo un poco más caro, como la muñeca que quieres. En cambio, ahorrar a largo plazo es hacerlo en periodos más amplios para algo que resulte caro, como un viaje a la lejana casa de tu abuelo.
—¡Zas! ¿Eso significa que puedo ahorrar, gastar y seguir ahorrando?
—Así es —sonrió el Mago—. Puedes hacerlo de esa forma.
Entonces, la niña sacó un calendario de su cajón, tomó el lápiz y la libreta que le dio el Mago y comenzó a planear su ahorro y sus compras en el tiempo. Hizo cálculos y vio que el dinero que había ahorrado le podía servir para todo lo que quería y, aún así, seguir ahorrando para otras metas. Utilizaría una alcancía para cada tipo de ahorro: una de color amarillo, para el corto plazo, una naranja, para el mediano, y otra de color azul para el largo plazo. ¡Que buena idea!
Ana, desde que siguió el consejo del Mago del Ahorro, es una niña afortunada pues ya conoce cómo ahorrar, planear y utilizar su ahorro. Ana sabe de tesoros.
—Verónica Huacuja
Reflexiona
¿Cuál fue el consejo que le dio el mago a Ana para ayudarla a utilizar correctamente su dinero?
¿Por qué crees que haya sido un buen o mal consejo?
¿Cómo piensas que se relaciona el valor de la responsabilidad con el hábito del ahorro?
Aplícalo en…
- TU PERSONA: ¿Qué significa decir “asumir las consecuencias de tus propios actos”?
- LA FAMILIA: ¿De qué trabajo o tareas soy responsable en casa y ante quien debo responder con ello?
- LA ESCUELA: Dialoguemos sobre nuestras responsabilidades para el cuidado de nuestra escuela y los mecanismos para rendir cuentas.
- LA COMUNIDAD: Entrevistar a alguna persona que tenga responsabilidades colectivas en la localidad para que comparta sus experiencias.
Tips ecológicos
Reciclaje
- Aprovecha al máximo y reutiliza todo lo que puedas. Por ejemplo, usa el papel por los dos lados, las cajas de cartón no las tires, ocúpalas para guardar cartas o fotos.
- Cuando compres productos prefiere aquellos cuyos envases de plástico tengan el logotipo de reciclaje.
- ¡No generemos más basura! Si quieres contribuir al cuidado del medio ambiente recicla botellas de vidrio, papeles y latas de aluminio. Recuerda que existen centros de acopio en donde puedas entregarlos.
Cuento: El pequeño escribiente florentino
En Florencia, Italia, vivía una familia compuesta por el padre, la madre y tres hijos. El mayor se llamaba Carlo. El padre era empleado en los ferrocarriles. Como el sueldo que ganaba no era suficiente, por las noches trabajaba como escribiente (copiaba a mano cartas y otros documentos). Lo hacía porque deseaba ofrecer a sus niños la mejor educación posible.
Aunque sabía que Carlo era un poco despistado y disculpaba sus pequeños olvidos, era muy exigente en cuanto a su desempeño en la escuela. Carlo, por su parte, comprendía el esfuerzo que estaba haciendo su padre. Sabía, además, que estaba perdiendo la vista por forzarla tanto de noche. En una ocasión le propuso ayudarlo.
—¡De ninguna forma! —respondió el señor. No quiero que al día siguiente estés cansado y te distraigas en tus estudios.
El pequeño no quedó conforme con la respuesta y planeó hacer algo. Por las noches esperaba despierto hasta que su padre terminaba su tarea de copista y se recostaba a descansar un rato. Entonces Carlo se dirigía al escritorio y trabajaba hasta el amanecer.
La situación se prolongó por varias semanas. El padre no se daba cuenta de que las copias aumentaban, pues las hacía de forma mecánica y todos los documentos se parecían entre sí. Cuando fue a entregar el material a quien se lo encargaba, le sorprendió ver que recibía más dinero del acostumbrado. Con los ingresos extra que obtuvo compró alguna ropa de invierno para los niños.
Al cabo de un tiempo, el maestro de Carlo se quejó: el niño parecía siempre adormilado y no ponía interés en los estudios. El padre lo regañó. Pero Carlo no contó su secreto y se siguió levantando por las noches para trabajar. Al paso de los días se veía cansado y su madre pensó que quizás estaba enfermo.
Una noche, mientras hacía sus copias, el pequeño escuchó ruido. No prestó demasiada atención y siguió con su trabajo. Al poco rato oyó que alguien suspiraba atrás de él. Era su padre. El señor lo abrazó y le ofreció una disculpa:
—Querido Carlo. De veras que ya no veo lo que ocurre a mi alrededor. Doy gracias por tener un hijo como tú.
—Adaptación de un cuento de Edmundo de Amicis incluido en Corazón, diario de un niño.
Fuente: www.valores.com.mx
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