5. QUINTA PALABRA: SED TENGO (JUAN 19:28).
LA PALABRA EXPRESIVA
Podemos darle el título de «expresiva» a esta breve frase (que es una sola palabra en el original) porque expresa, según todos los comentadores, dos grandes sentimientos de Cristo: Uno físico y otro moral.
En primer lugar, es una expresión de la necesidad física que sentían todos los crucificados a causa de la pérdida de sangre y la fiebre producida por las heridas, y Jesús la pronunció para dar cumplimiento a la profecía que había previsto esta circunstancia en el Salmo 22:15, donde leemos: «Mi lengua se pegó a mi paladar», y en el 69:21: «Y en mi agonía me dieron a beber vinagre», y el Evangelio añade otra burla cruel: la de que sus verdugos mezclaron con el vinagre hiel amarga y pestilente.
Jesús había renunciado a la bebida soporífera que por disposición legal se daba a los ajusticiados en cruz, vino mezclado con mirra.
Jesús rehusó tal bebida para que su naturaleza física reaccionara con todo lo horrible del dolor de los crucificados, sin mitigación de ninguna clase. ¿Para qué? ¿Para que se cumpla en su cuerpo el máximo dolor, ya que sufre por tantísimos pecados? Sí, pero también para que tú y yo podamos sentir más hondamente lo mucho que nos ama. Si hubiese aceptado la mirra, diríamos: «Cuando se está somnoliento no se sufre mucho»; pero Jesús sufrió hasta el máximo los padecimientos físicos para hacernos comprender y apreciar su gran amor por nosotros; para maravillar más a los hombres y a los ángeles.
Pero hay un texto en Isaías 53 que nos muestra el sentido moral de semejante expresión, de ese grito, de ese anhelo, que se dejó oír en la cruz: «Del fruto de su alma verá y será saciado.» ¿Se ha cumplido? ¿Se está cumpliendo, o se cumplirá semejante profecía? ¿Creéis que Jesús está satisfecho de ver nueve décimas partes de la humanidad en la más completa ignorancia acerca del Evangelio de la redención que tanto le costó? ¿Creéis que está satisfecho de la vida de sus discípulos; de la respuesta de nuestros corazones; de nuestras vidas cristianas, de nuestra conducta, de nuestros esfuerzos por su causa? ¡Cuánto mejor podría ser!
Aun hoy día nuestro Salvador, en lugar de vino, recibe vinagre
En vez de mirra, recibe hiel, pues el mundo no aprecia su sacrificio, su amor por las almas, y ni siquiera aquellos que hemos confiado en El de todo corazón y podemos decirle como Pedro «Señor, tú sabes todas las cosas; tú sabes que te amo». ¿No podríamos hacer más, mucho más, para mostrarle nuestro amor, para calmar la sed de su alma?
Sin embargo, un día será satisfecho su anhelo…. Cuando se habrá sacado todo el jugo —diría yo, usando una comparación vulgar y sencilla— al glorioso misterio de la redención; todo el fruto posible de su gracia; cuando millones estén reunidos ante su trono, una multitud incontable, según Apocalipsis 7, nuestro Salvador verá que no fue en vano el sacrificio de la cruz. Entonces «verá del fruto de su dolor y será saciado».
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