«Informado por el centurión, Pilato, concedió el cuerpo a José de Arimatea, quien, comprando una sábana lo descolgó de la cruz y lo envolvió en la misma». (Mc 15,45-46)
El sermón del descendimiento iluminado por el bello himno cristológico de Filipenses en el Capítulo 2, cuando dice que «Jesús siendo Dios se despojó de su investidura para hacerse hombre», se constituye para nosotros en un canto a la vida, en una oda a la esperanza porque el Dios del misterio lo tenemos ante nosotros muerto en una cruz, pero resucitando a la vez a una vida nueva, a la vida del espíritu, a la vida de quien nunca más muere.
Cuando Jesús desciende de la cruz, se besa el cielo con la tierra, la divinidad con la humanidad, la muerte con la vida, la alegría con la tristeza, la fe con la duda y la desilusión con la esperanza.
Santos Varones, despojen de la cabeza de Jesús la Corona de espinas
Y que las espinas que punzan hoy la cabeza de nuestra Patria se transformen en laureles de vida y de progreso; no sigamos coronando a Jesús con las coronas confeccionadas por nosotros a fuerza de angustia y de tristeza, no coronemos a Jesús con espinas de muerte y de miseria y si dejémonos coronar por él con la corona de su amor y su alegría; no coronemos a Jesús con coronas ensangrentadas producto de la violencia que vive nuestro pueblo, coronemos al Señor de la vida con la corona de nuestros buenos sentimientos y propósitos; hoy te quitamos Señor la corona de espinas de tu cabeza, vuélvela gloriosa y redentora.
Santos Varones, bajen el brazo derecho de Jesús
El brazo del progreso, el brazo de la bendición, el brazo de la ternura, brazo de Jesús que levanta, brazo de Jesús que redime, brazo que corrige, brazo de poder, brazo de esperanza, brazo que orienta, brazo que sana; que nuestro brazo derecho sea hermanos y hermanas signo de victoria en medio del conflicto, signo de altivez en medio de nuestros sollozos, signo de valentía en medio de la guerra cobarde llevada a acabo por los agoreros del desastre; que su brazo papá y mamá sea para bendecir a sus hijos, sea para estrecharlos en su pecho, sea para corregirlos cuando se equivoquen y sea para levantarlos cuando caigan.
Santos Varones bajen el brazo izquierdo de nuestro salvador
Es el brazo de la resurrección, es el brazo que empuña la bandera de la vida sobre las huestes de la muerte, es el brazo que sostuvo al ciego, al paralítico y también a la hemorroísa, ese brazo encaminó y alentó a sus discípulos cuando en cierta población fueron despreciados, es el brazo que animó a los discípulos a la profesión de fe señalando el monte de la transfiguración; que este brazo izquierdo de Jesús sea nuestro propio brazo hábil y capaz en la construcción y edificación de nuestra vida, construyámonos y erijámonos como verdaderos hijos de Dios en la humildad y en el servicio.
Santos Varones bajen los pies de Jesús
Pies sagrados que con sus dulces huellas bendicen nuestra tierra, son los pies que caminaron por las calles polvorientas de la Galilea, son los pies que dejan a su paso alegría y bendición, son los pies descalzos de los pobres que anhelan calzarse las sandalias de la oportunidad de trabajo para su sustento, son los pies de los militares mutilados por el fantasma de la guerra y la barbarie, son los pies del campesino que camina ahora acongojado por su tierra y por sus campos esperando encontrase con una mina anti persona, donde en otra hora corría cual ciervo libre por las praderas de su propiedad.
Son los pies del desplazado que después de acariciar el roció de la mañana depositado en los pastos frescos de la vida, ahora acaricia con sus pies el frio asfalto de las grandes urbes, son los pies del deportista que si bien corre detrás de un premio, debería correr también en pos de la conquista de la corona de la gloria: Jesucristo.
Los pies de Jesús son los pies de nuestra Patria que a veces tropiezan con las piedras que nosotros mismos hemos puesto en el camino, cual obstáculos insalvables en el camino hacia la reconciliación.
Santos varones bajen el cuerpo de Jesús
Pónganlo en el sepulcro, pero no en el sepulcro de la muerte y del luto, sino en el sepulcro hecho puente para contemplar la vida, pónganlo en el sepulcro no de la condena, sino de la salvación, pónganlo en el sepulcro de la gloria, en el sepulcro de nuestra humanidad que con viva ilusión desea contemplar la luz del resucitado, junto a los días de gozo representados en la paz para nuestro pueblo.
Hermanos y hermanas que esta escena que tenemos ante nuestros ojos, el cuerpo de Jesús en el sepulcro, nos lleve a pensar que en muchas oportunidades nuestras palabras como nuestros actos pueden enviar a Jesús al sepulcro o por el contrario a la resurrección gloriosa.
María Santísima, concédenos acompañar a Jesús en su muerte y caminar con él hacia la resurrección.
P. Ernesto León D. o.cc.ss
Superior Viceprovincial de Oblatos
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