L. A Ti, Rey inmortal e invisible de todos los siglos, a Ti, nuestro único y verdadero Dios, sean dadas la honra y la gloria por siempre jamás. Amén.
Bendito eres, Señor Dios de Israel; tuyo es el poder, la magnificencia, la gloria y la victoria; a Ti se debe eterna alabanza, porque todo lo que hay en el cielo y en la tierra, te pertenece.
Tuyo, oh Señor, es el reino, y Tu eres sobre todos los reyes. Tuyas son las riquezas y la gloria; Tu eres el Señor de todo; en tu mano están la fuerza y el poder, la grandeza y el imperio de todas las cosas.
Ante Ti el universo entero es como átomo de polvo que ni da ni quita peso a la balanza, o como imperceptible gota de rocío que por la mañana desciende sobre la tierra.
Pero, aunque no somos mas que polvo y ceniza, te alabamos Señor y bendecimos, te glorificamos y ensalzamos tu Santo Nombre y desde el profundo abismo de nuestra nada te tributamos el humilde homenaje de nuestras adoraciones.
L. Porque eres nuestro único Dios, y no hay otro Dios fuera de Ti,
T. Te adoramos Señor y te bendecimos.
L. Porque eres el único y verdadero ser, eterno e increado; y todos los seres creados hemos sido sacados por Ti, de la nada:
T. Te adoramos Señor y te bendecimos.
L. Por las infinitas perfecciones de tu Ser incomprensible:
T. Te adoramos Señor y te bendecimos.
L. Por la unidad de tu esencia y la Trinidad de tus personas:
T. Te adoramos Señor y te bendecimos.
L. A Ti, Padre de inmensa majestad:
T. Te adoramos Señor y te bendecimos.
L. A Ti, Espíritu Santo Paráclito:
T. Te adoramos Señor y te bendecimos.
L. A Ti, Verbo Encarnado, Jesucristo, Rey de la gloria:
T. Te adoramos Señor y te bendecimos.
L. A Ti, Dios y Hombre, Hijo unigénito de la siempre Virgen María:
T. Te adoramos Señor y te bendecimos.
L. A Ti, Cordero de Dios, inmolado por la salvación del mundo:
T. Te adoramos Señor y te bendecimos.
L. A Ti, Hostia Eucarística, ofrecida diariamente sobre nuestros altares:
T. Te adoramos Señor y te bendecimos.
L. A Ti, que estás sentado a la diestra del Padre:
T. Te adoramos Señor y te bendecimos.
L. Porque Tú solo eres el Santo, Tú solo el Señor, Tú solo el Altísimo, Jesucristo, con el Espíritu Santo en la gloria del Padre:
T. Te adoramos Señor y te bendecimos.
L. A Ti, Señor Dios, en el firmamento del cielo, y digno de loor y de gloria por todos los siglos:
T. Te adoramos Señor y te bendecimos.
L. A Ti, a quien los Ángeles y Serafines claman: Santo, Santo, Santo:
T. Te adoramos Señor y te bendecimos.
L. A Ti, cuya inmensa gloria y majestad llenan los cielos y la tierra:
T. Te adoramos Señor y te bendecimos.
L. A Ti, que penetras con profunda mirada los abismos, y te asientas sobre los Querubines:
T. Te adoramos Señor y te bendecimos.
L. A Ti, cuyo Nombre es santo, glorioso y bendito y digno de ser alabado y sobremanera ensalzado en todos los siglos:
T. Te adoramos Señor y te bendecimos.
L. A Ti, en el templo santo de la gloria:
T. Te adoramos Señor y te bendecimos.
L. A Ti, en el trono de tu reino:
T. Te adoramos Señor y te bendecimos.
L. Con la Reina de los Angeles:
T. Te adoramos Señor y te bendecimos.
L. Con todas las jerarquías de Espíritus bienaventurados:
T. Te adoramos Señor y te bendecimos.
L. Con la venerable multitud de los profetas.
T. Te adoramos Señor y te bendecimos.
L. Con el cándido ejército de los mártires:
T. Te adoramos Señor y te bendecimos.
L. Con la Iglesia santa que te adora y confiesa sobre toda la redondez del globo.
T. Te adoramos Señor y te bendecimos.
L. Con la creación entera:
T. Te adoramos Señor y te bendecimos.
L. Dios santo, Dios fuerte, Dios inmortal: recibe benigno el humilde tributo de nuestras alabanzas y adoraciones; porque, si bien tu grandeza es infinita y de nada necesitas, amas todo cuanto tiene ser, y no aborreces nada que no sea nechura de tus manos. Así, pues, aunque miserables y pecadores, reconocemos nuestra vileza, y nos gozamos en tu magnífica gloria.
¿Quién como Tú, Señor Dios nuestro, que moras en las alturas, y fijas tu amorosa mirada en los humildes, en el cielo y en la tierra? En la imposibilidad de ensalzarte como mereces, nos unimos a la Hostia divina de nuestros altares, y te ofrecemos en ella y por ella el gran sacrificio de alabanza, y único holocausto verdaderamente digno de Ti, el cual a gloria de tu Santo Nombre, inmoló Jesucristo nuestro Salvador en el ara de la cruz. Bendito eres, Señor Dios nuestro, y digno de ser adorado y ensalzado sobre todo loor y toda gloria, por los siglos de los siglos.
Amén.
Fuente: Manual de Piedad Misioneros Oblatos
EVANGELIO SEGÚN SAN MATEO
CAPÍTULO 6
Capítulo 6, 9-11
Vosotros, pues, orad así: Padre nuestro que estás en los cielos, santificado sea tu Nombre;
venga tu Reino; hágase tu Voluntad así en la tierra como en el cielo.
Nuestro pan cotidiano dánoslo hoy;
Capítulo 6, 12-15
y perdónanos nuestras deudas, así como nosotros hemos perdonado a nuestros deudores;
y no nos dejes caer en tentación, mas líbranos del mal.
Que si vosotros perdonáis a los hombres sus ofensas, os perdonará también a vosotros vuestro Padre celestial;
pero si no perdonáis a los hombres, tampoco vuestro Padre perdonará vuestras ofensas.
Capítulo 6, 16-18
Cuando ayunéis, no pongáis cara triste, como los hipócritas, que desfiguran su rostro para que los hombres vean que ayunan; en verdad os digo que ya reciben su paga.
Tú, en cambio, cuando ayunes, perfuma tu cabeza y lava tu rostro,
para que tu ayuno sea visto, no por los hombres, sino por tu Padre que está allí, en lo secreto; y tu Padre, que ve en lo secreto, te recompensará.
Capítulo 6, 19-21
No os amontonéis tesoros en la tierra, donde hay polilla y herrumbre que corroen, y ladrones que socavan y roban.
Acumulad más bien tesoros en el cielo, donde no hay polilla ni herrumbre que corroan, ni ladrones que socaven y roben.
Porque donde esté tu tesoro, allí estará también tu corazón.
Capítulo 6, 22-24
La lámpara del cuerpo es el ojo. Si tu ojo está sano, todo tu cuerpo estará luminoso;
pero si tu ojo está malo, todo tu cuerpo estará a oscuras. Y, si la luz que hay en ti es oscuridad, ¡qué oscuridad habrá!
Nadie puede servir a dos señores; porque aborrecerá a uno y amará al otro; o bien se entregará a uno y despreciará al otro. No podéis servir a Dios y al Dinero.
Capítulo 6, 25-27
Por eso os digo: No andéis preocupados por vuestra vida, qué comeréis, ni por vuestro cuerpo, con qué os vestiréis. ¿No vale más la vida que el alimento, y el cuerpo más que el vestido?
Mirad las aves del cielo: no siembran, ni cosechan, ni recogen en graneros; y vuestro Padre celestial las alimenta. ¿No valéis vosotros más que ellas?
Por lo demás, ¿Quién de vosotros puede, por más que se preocupe, añadir un solo codo a la medida de su vida?
Capítulo 6, 28-30
Y del vestido, ¿por qué preocuparos? Observad los lirios del campo, cómo crecen; no se fatigan, ni hilan.
Pero yo os digo que ni Salomón, en toda su gloria, se vistió como uno de ellos.
Pues si a la hierba del campo, que hoy es y mañana se echa al horno, Dios así la viste, ¿no lo hará mucho más con vosotros, hombres de poca fe?
Capítulo 6, 31-34
No andéis, pues, preocupados diciendo: ¿Qué vamos a comer?, ¿Qué vamos a beber?, ¿con qué vamos a vestirnos?
Que por todas esas cosas se afanan los gentiles; pues ya sabe vuestro Padre celestial que tenéis necesidad de todo eso.
Buscad primero su Reino y su justicia, y todas esas cosas se os darán por añadidura.
Así que no os preocupéis del mañana: el mañana se preocupará de sí mismo. Cada día tiene bastante con su propio mal.