La Carta Encíclica, expone en el texto el papel que cumple la virtud de la esperanza en el mundo actual y la necesidad de que los cristianos recuperen su auténtico sentido.
· La esperanza está íntimamente relacionada con la fe. «Es un don que cambia la vida de quién lo recibe, como lo muestra la experiencia de tantos santos y santas».
· Solo el conocimiento del Dios verdadero traerá la esperanza al hombre. El hombre no es solo el producto de condiciones económicas y no es posible curarlo solo desde fuera, creando condiciones económicas favorables.
· La ciencia puede contribuir mucho a la humanización del mundo y de la humanidad. Pero también puede destruir al hombre y al mundo si no está orientada por fuerzas externas a ella misma. No es la ciencia la que redime al hombre. El hombre es redimido por el amor.
· Lugares de aprendizaje y del ejercicio de la esperanza. El primero es la oración: Cuando ya nadie me escucha, Dios todavía me escucha. Cuando ya no puedo hablar con ninguno, ni invocar a nadie, siempre puedo hablar con Dios. El segundo lugar de aprendizaje es el actuar: La esperanza es la virtud con la cual luchamos para que las cosas no acaben en un final perverso, por el contrario ayuda a mantener al mundo abierto a Dios. El sufrimiento es otro lugar de aprendizaje: lo que cura al hombre no es esquivar el sufrimiento ni huir ante el dolor, sino la capacidad de aceptar la tribulación madurar y encontrar en ella un sentido mediante la unión con Cristo, que ha sufrido con amor infinito. El último lugar de aprendizaje es el Juicio de Dios: La fe en el Juicio Final es ante todo esperanza. Nuestra esperanza es siempre y esencialmente también esperanza para los otros; sólo así es realmente esperanza para mí.
María, estrella de la esperanza. Madre nuestra enséñanos a creer, esperar y amar contigo. Indícanos el camino hacia su reino. Estrella del mar, brilla sobre nosotros y guíanos en nuestro camino.
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